Ponce y la educación sentimental de las canciones

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Algunas canciones tienen una importancia especial en tanto que son textos que dan a conocer cosmovisiones y educaciones sentimentales.

El compositor Manuel M. Ponce logró lo que ninguno otro en la historia de la música de nuestro país: sentar las bases del nacionalismo musical mexicano. Con las canciones que escribió/reescribió y remusicalizó, pasó la vena popular por el cánon de lo considerado culto y exclusivo.

Su obra está compuesta por piezas musicales para guitarra, para piano; además de música de cámara, música de orquesta y canciones. Gran parte de éstas fueron contenidas por el fresnillense-aguascalentense en su afamada “Colección de canciones mexicanas” (1910), donde destacan sus arreglos para piano y canto de “A la orilla de un palmar”, “Cuiden su vida”, “La Adelita”, “La cucaracha”, “La pajarera”, “La pasadita”, “Las mañanitas” y “Rayando el sol”.

Ya sabemos que algunas canciones tienen una importancia especial en tanto que son textos que dan a conocer cosmovisiones y educaciones sentimentales dentro de la cultura nacional y una época determinada. Respecto a la lírica, puede comprenderse incluso formas de vivir el romance y su ocaso, modos de vivir la ausencia, el duelo, el sacrificio y el jolgorio.

Las canciones recuperadas y compuestas por Ponce manifiestan la voluntad de afianzar un romanticismo mexicano sin afán de forzar una educación sentimental. Llevan, además, una cosmovisión que hace patente el sentido de amor idílico, arrobado y sacrificado cuando es necesario. Esto es reminiscencia de la tradición popular cultivada en el siglo XIX tanto en la música como en poesía.

Recordemos la letra de “Marchita el alma”: Marchita el alma, triste el pensamiento, mustia la faz y herido el corazón, atravesando la existencia mísera, sin esperanza de alcanzar su amor. Yo quise hablarle y decirle mucho, mucho, pero al intentarlo, mi labio enmudeció. Nada le dije, porque nada pude, pues era de otro, ¡ay! su corazón.

La voz protagonista respeta a la amada; se ciñe a la soledad que ni siquiera puede hablar a la mujer. Es una ruptura amorosa ennoblecida en el sacrificio, en la amorosa abnegación de él por el bien de ella (dentro de un texto poético).

Esta educación sentimental es anterior a la lírica del macho despechado (y a veces vengativo) planteada por José Alfredo Jiménez y sus similares. Son, a fin de cuentas, dos formas de entender la educación sentimental de las canciones en nuestro país y nuestra cultura popular.

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