Poemas de “El son del corazón” (parte 1)

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

  El tercer poemario de Ramón López Velarde, “El son del corazón”, fue publicado 11 años después de la muerte del zacatecano, a manera de homenaje rendido por el entonces Bloque de Obreros Intelectuales de México. Hace 90 años llegaron los 17 poemas más consolidados del ex seminarista que vivía en cada verso su conflicto … Leer más

 

El tercer poemario de Ramón López Velarde, “El son del corazón”, fue publicado 11 años después de la muerte del zacatecano, a manera de homenaje rendido por el entonces Bloque de Obreros Intelectuales de México. Hace 90 años llegaron los 17 poemas más consolidados del ex seminarista que vivía en cada verso su conflicto y síntesis entre lo espiritual y lo sensual. Estos textos, escritos entre 1919 y 1921, representan la plenitud tras la experimentación y el autoconocimiento de quien escribe.

El volumen comienza con el poema que da nombre a todo el conjunto, donde el vate dirige un reconocimiento a la hermandad universal y transgeneracional de los poetas: “Mis hermanos de todas las centurias / reconocen en mí su pausa igual, / sus mismas quejas y sus propias furias”.

Destaca también este poema por los versos maduros donde lo marcadamente sensorial se engarza con referencias históricas y literarias. Que lo muestren estas tres líneas: “Soy la alberca lumínica en que nada, / como perla debajo de una lente, / debajo de las linfas, Scherezada”.

El primer verso del terceto comienza con la identificación del poeta con la alberca, entidad que evoca no sólo amplitud sino también profundidad. Además acompaña al sustantivo con el muy raro adjetivo “lumínica”, con lo que enriquece la imagen al literalmente aumentar la intensidad de su luz.

El segundo poema del libro, “El ancla”, destaca por su visión panorámica y cultural, así como por su policromía. Comienza con 11 palabras que reflejan, más que una decisión, una convicción: “Antes de echar el ancla en el tesoro del amor postrimero”, y enseguida manifiesta su deseo de “correr el mundo en fiebre de carrera”.

El poeta local, de Jerez, Aguascalientes, San Luis Potosí y Ciudad de México, viaja en estos versos por todo el mundo. “El ancla” es un largo y colorido periplo por doquier. Como remate, retorna a la sencillez, a la sobriedad, a ese amor fonsantesco que —él sabe—siempre habrá de esperarlo: “Porque mis cinco sentidos vehementes / penetraron los cinco Continentes, / bien puedo, Amor final, poner la mano / sobre tu corazón guadalupano”.




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