Pedro Valtierra, el niño de las imágenes

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

A Pedro le gustaba mirar los atardeceres, encontrar detalles en el amplio paisaje de los Ábregos.

El mismo día en que, en la pequeña comunidad San Luis de Ábrego, una señora encendía una veladora para celebrar a San Pedro, en una casa cercana, la de los Valtierra, doña Coco Ruvalcaba Carrillo daba a luz a su tercer hijo, al que pondría por nombre Pedro Antonio.

Hijo de campesinos, Pedrito tuvo una infancia de penurias. Aun así, como casi cualquier niño, disfrutaba dejar dibujos en las paredes. Su pequeña mano tomaba el gis robado de la primaria y entonces venían los trazos de lo que captaba de la realidad.

A Pedro le gustaba mirar los atardeceres, encontrar detalles en el amplio paisaje de los Ábregos, en las calles de Fresnillo (cuando bajaban al pueblo), y más adelante en las extensas avenidas de la capital del país, cuando a sus 14 años llegó al monstruo para buscar con sus padres una mejor oportunidad para él y sus 10 hermanos.

Después de meses y meses de ser bolero, un día a Pedro Valtierra le llegó la oportunidad de entrar a un cuarto oscuro. Allí dentro encontró la luz de su vida profesional. Junto con la fotografía, descubrió también que ella es extraordinaria forma para capturar más que simples imágenes: para además capturar los andares del poder y sus devenires, sus ascensos, conflictos, depresiones. Entonces Pedro Valtierra asumió que, más que fotógrafo, él era un fotoperiodista.

Qué grato es constatar que esa vocación se fortaleció en la cobertura tanto de la cotidianidad como de la guerra, tanto de la represión como de la defensa popular, tanto del encanto de lo minúsculo como de los perfiles de lo monumental.

Qué grato es eso y además apreciar la obra y el legado de Pedro Valtierra, el fresnillense de los Ábregos, el niño que rayaba en las paredes las imágenes que después ha capturado con la luz.

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