Nueva evangelización. La ascensión del Señor

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

La Ascensión es el triunfo del Señor y, al mismo tiempo, el inicio de la misión que confía a quienes creemos en Él. Nos muestra la plenitud de la vida y la razón de ser de la Iglesia en el mundo. ¿Recuerdan las palabras del Resucitado a María Magdalena el gran día de la Pascua, “María, … Leer más

La Ascensión es el triunfo del Señor y, al mismo tiempo, el inicio de la misión que confía a quienes creemos en Él. Nos muestra la plenitud de la vida y la razón de ser de la Iglesia en el mundo.
¿Recuerdan las palabras del Resucitado a María Magdalena el gran día de la Pascua, “María, no me toques, todavía no subo al Padre”? ¿Y las confidencias a sus amigos en vísperas de morir y resucitar, “subo a mi Padre y a su Padre”?  En ambas habla de ‘subir al cielo’ como cumplimiento, encuentro plenificante, gozo total; al mismo tiempo, de envío, compromiso y oferta para todos.
Dos hechos me vienen a la memoria estos días pascuales. Uno, el gran arraigo que tiene todavía la fiesta del Señor de la Ascensión en comunidades del centro del país. Es fiesta entrañable, motor de esperanza ante la vida y la muerte, celebración popular de la Pascua de Resurrección. El otro, los enormes retos de la Iglesia para cumplir su misión en estos tiempos complejos donde pareciera que Dios ‘subió al cielo’ y el hombre ‘se quedó en la tierra’ sin tierra y condenado a la orfandad divina y social.
¿Cómo cumplir la misión que Jesús confía a los suyos en tiempos de increencia, indiferencia, deshumanización, procesos electorales y más? La respuesta es sencilla, retadora y comprometedora: volver a Jesús. Es la clave para que el hombre sea hombre pleno y Dios el mejor amigo y socio del hombre. El texto evangélico de este domingo desarrolla el porqué, el modo y los frutos que se pueden esperar si tomamos en serio el anuncio del Evangelio. Donde se planta bien el Evangelio florece la cultura de la vida, el amor y el respeto al ser humano y a la casa común. Un  futuro de plenitud es posible para todos.
El triunfo de Jesús conlleva el aliento para evangelizar: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”. El “vayan” implica un estilo, una  actitud, una mirada y un compromiso permanente para construir fraternidad. Decir Evangelio es decir confianza en Dios y confianza en el hombre. Hablar de nueva evangelización es comprometerse a irradiar la alegría del Evangelio que cura/sana heridas y transforma el sufrimiento en ofrenda de amor que libera.  Por eso “aunque beban algún veneno, no les hará daño”.
La Ascensión del Señor es gozo, no tristeza; presencia nueva, no ausencia irresponsable; promesa divina, no palabra hueca. Es comprender y aceptar que la única misión de la Iglesia es comunicar la Buena Noticia a todos, en todos los escenarios. Cuando Jesús ‘parte’ de la tierra, los discípulos ‘parten’ hacia todas las periferias del mundo. Desde entonces, comunicar y evangelizar de nuevo van de la mano.
Ésta es la razón por la que la Iglesia celebró el Domingo pasado la LV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. “Ven y lo verás» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son”, es el tema que el Papa Francisco le ha asignado este año.
Dejémonos bendecir por el Señor y aceptemos la misión.



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