Necesario, mejorar institutos de educación para adultos
Un oaxaqueño singular, José Vasconcelos, estuvo cerca de Álvaro Obregón, para musitarle lo que debía hacerse: la creación de una Secretaría de Educación Pública.
Quienes se atreven a defender a Porfirio Díaz insisten en los grandes logros nacionales durante su gestión. Por supuesto que los hubo: lamentablemente, a costa de una profunda división entre ricos muy ricos y pobres muy jodidos.
Por decirlo de otro modo, lo planteo así: teníamos entonces un gran país con población muy necesitada.
Aunque muchos no quisieran, fue por esta injusticia enorme subyacente que todo estuvo preparado para un inminente movimiento armado, convocado en nombre de un profundo reordenamiento socioeconómico.
Una revolución, pues. La primera del siglo 20 de nuestra era.
Con un México que tuvo que pagar el precio, una nación sacudida por el casi fratricidio, la inmediata disputa de los caudillos antiporfiristas dejaba poco margen para las nuevas disposiciones en torno a la educación nacional.
Por fortuna, un oaxaqueño singular, José Vasconcelos, pudo estar cerca de uno de los fieros, Álvaro Obregón, para musitarle lo que debía hacerse: la creación de una Secretaría de Educación Pública, el resurgimiento de la universidad más insigne del país, la instalación y diseminación de bibliotecas públicas, la dotación de libros a precios accesibles y, por supuesto, la más grande cruzada de alfabetización en nuestra patria, sobre todo entre la población adulta.
Tal era lo necesario para comenzar a cimentar una suficiente educación de los adultos.
En esa época, los atracos, fraudes y abusos de confianza de caciques y funcionarios se debían, sobre todo, a cierta permisividad natural por la ignorancia de los gobernados. Fortalecer la educación era condición ineludible en la búsqueda de un México más justo.
Aunque en la actualidad tenemos una baja tasa de analfabetismo y una suficiente falta de preparación académica entre mayores de 18 años en nuestros pueblos, los institutos para la educación de los adultos continúan siendo fundamentales.
Ya sabemos: su personal no es muy bien pagado, tienen pocos vehículos, pocos viáticos, pocos apoyos materiales. Persiste en muchas de estas instituciones el capricho, el influyentismo y, muchas veces, por motivos políticos, la poca idoneidad del perfil de quienes los encabezan.
Es necesario en nuestro país mejorar los institutos de educación para los adultos. Que por parte de los gobiernos estatales exista un verdadero compromiso sobre todo hacia nuestras ancianas y ancianos. Que, a diferencia de otros institutos, no sean tampoco sus espacios directivos los pagos políticos. Que de veras campee la convicción e incluso la vocación que en su momento vio en ellos el gran educador que fue Vasconcelos en ese México tan desafiante… como desafiante lo es ahora, más de cien años después.