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Opinión

Muchas gracias, papás

Muchas gracias, papás

Sigifredo Noriega Barceló.

Hace siete meses mi papá pasó de este mundo a la vida sin fin, a la Vida Eterna. Doy gracias a Dios por esta persona, única y diferente, que, unido en matrimonio con mamá, dio a mis hermanos y a mí como padre y papá de todos los días. Ejercer la paternidad durante setenta y … Leer más

Sigifredo Noriega
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22 de junio 2022

Hace siete meses mi papá pasó de este mundo a la vida sin fin, a la Vida Eterna. Doy gracias a Dios por esta persona, única y diferente, que, unido en matrimonio con mamá, dio a mis hermanos y a mí como padre y papá de todos los días. Ejercer la paternidad durante setenta y cinco años es de admirar, encomiar y agradecer.

Nacemos hijos, no padres, pero tenemos que aprender ambas formas de ser y estar en la vida; varían las edades de inicio, pero, al final, se asoman y caminan juntas hacia la eternidad. Filialidad y paternidad no son accidentales; son la sustancia que sostiene el edificio de la vida y, por ende, el gozo de vivir en relación y con sentido. Esto viene a la memoria del corazón al celebrar este domingo el día del padre.

A medida que los años pasan (y se quedan) me doy cuenta de lo maravilloso que es vivir y ser amado por ser hijo, igual y diferente a mis hermanos. También de lo necesario y valioso de una familia como escuela y universidad (universa = todo, todo es todo) de vida. Hablar de paternidad y filialidad es hablar de familia que genera vida, la acoge y acompaña, la educa y ofrece a otras familias. Además, la familia es escuela de fraternidad, solidaridad, amistad social, participación, colaboración, donación. Gracias mil, papá. Gracias dos mil, papás y familias.

No sabemos si Pedro fue papá ‘biológico’; sí sabemos que fue el discípulo que respondió a la pregunta de Jesús, la pregunta más trascendente de la vida: ¿Quién es Jesús para ti, para la familia, para la humanidad? La pregunta y la respuesta siguen interpelando a quienes nos consideramos discípulos de nueva generación. La respuesta es necesariamente personal y actualizable en toda circunstancia, también cuando los ‘anuncios de la pasión’ se repitan.

Cada discípulo-papá es invitado a escuchar e interpretar la pregunta y personalizar la respuesta ante los nuevos desafíos y retos.  Pienso en quienes somos hijos y en quienes han recibido el don de la paternidad. Proclamar la fe en Jesucristo, aceptar su mensaje, ser fieles aceptando los riesgos y costos… son interpelaciones que no podemos evadir. El discípulo de Cristo tiene que arriesgar y entregarlo todo en el correr de la existencia y vivir las implicaciones de la pasión.

“Tomar la cruz de cada día” es vivir en el amor y desde el amor, la fatiga de la existencia vivida cada día: oportunidades, preocupaciones, luchas, enfermedades, incidentes, incomprensiones, sacrificios, trabajo, olvido de sí, entrega total;  portar con humildad la cruz hecha de tantos gestos que tejen la vida… Y al día siguiente, hay que volver a empezar con la esperanza de que el árbol de la cruz dará frutos de resurrección.

Muchas gracias, papás, que viven su paternidad en silencio, en clave de una generosa y confiada disponibilidad, una fidelidad sufrida y gozosa, un amor a prueba de años y de ideologías pasajeras.

Los bendigo con afecto filial, fraternal y paternal.

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