Seguridad, tarea de todas y todos

Jairo Mendoza.
Jairo Mendoza.

Creo que fundamentalmente todos podríamos aportar más desde nuestra cotidianidad hacia una cultura de prevención.

Es sabido que lamentablemente desde hace años todos los estados del país sin excepción alguna están padeciendo de acontecimientos en materia de seguridad derivada de una batalla frontal contra los cárteles de la droga desatada desde hace muchos sexenios atrás.

Para poner fin, o por lo menos contribuir a poner límites a los grupos criminales, particularmente a los productores y traficantes de sustancias ilícitas, se requiere de más esfuerzos que van más allá de los que hace el estado mexicano por salvaguardar a la población y que a pesar de contar con presencia policial de los 3 órdenes de gobierno y de un sistema de procuración e impartición de justicia, no ha sido suficiente para desmantelar lo que podría significar el “método ideológico y de propaganda” del cual hacen uso los integrantes de la delincuencia organizada.

Creo que fundamentalmente todos podríamos aportar más desde nuestra cotidianidad hacia una cultura de prevención, la cual se ha dejado todo en manos de las autoridades. Yo le pregunto, ¿usted padre de familia sabe con quienes se relacionan sus hijos?, ¿usted padre de familia sabe que contenido multimedia consumen sus hijos a diario?, ¿usted padre de familia es consciente del daño que le hace a sus hijos por propiciar violencia doméstica?; así me podría seguir con una serie de cuestionamientos los cuales tienen como propósito llegar a una reflexión conjunta sobre el papel que como sociedad estamos realizando en materia de prevención y que si no empezamos por nuestras propias casas, muy difícilmente la inseguridad tendrá un fin.

Aunado a esto, condiciones como la pobreza, la desigualdad y la precariedad en la salud mental, influyen en escenarios propicios para que se genere un mayor consumo de narcóticos y por consecuencia mayores índices de delincuencia; y si a todo esto le agregamos el factor de la “narco cultura” como un elemento que normaliza en nuestra sociedad el consumo de contenido violento a través de la música, películas, series de TV, juguetes, videojuegos, etc. transmitiendo a nuestra niñez y adolescencia un erróneo sentido de pertenencia y un ideal de forma de vida que para quienes eligen ese camino generalmente terminan en centros penitenciarios o en fosas comunes.

Debe preocuparnos más allá de los gustos personales, que cada vez más en espacios de convivencia, ya sean restaurantes, bares, antros, parques públicos, plazas comerciales, fiestas privadas, etc. el factor común sea la reproducción de música y videos donde se hace apología del delito, se normaliza el consumo de estupefacientes y se reproducen situaciones de violencia, misoginia y machismo.

Es allí donde nuestros legisladores tienen una tarea pendiente, en la de generar instrumentos jurídicos que coadyuven en la regeneración del tejido social para que los delincuentes no siempre encuentren terreno fértil en la niñez y adolescencia que falsamente idolatra el estilo de vida de los narcotraficantes fomentada muchas veces consciente e inconscientemente desde los núcleos familiares.

Insisto, la reflexión que debemos hacernos es sobre el rol que estamos desempeñando y sobre la permisividad hacia estas situaciones que en nada abonan al anhelo común de encontrar la paz social y que como sociedad debemos de abocarnos en contribuir a la solución y no a al problema.




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