La amenaza de la “ultraderecha”

Jairo Mendoza.
Jairo Mendoza.

La “ultraderecha” es un término que hace referencia a las personas conservadoras de ideología extremista.

Cada vez es más común ver en nuestros tiempos cambios radicales en los sistemas políticos de las sociedades del mundo que podrían ser la antesala de una serie de tendencias, en donde la población muestra su descontento hacia los gobiernos en turno de manera consciente, o tal vez, inconsciente; optando por la opción más radical, autoritaria y peligrosa para la estabilidad y convivencia democrática de la población.

La “ultraderecha” es un término acoplado por los prefijos: ultra (más allá) – derecha (del latín directus = rígido), que hace referencia a las personas conservadoras de ideología extremista.

Este pensamiento no es nada nuevo, recordemos que, en el siglo XIX, grupos extremistas como el “Ku Klux Klan” en Estados Unidos intentaron asentar este tipo de ideología hacia sus seguidores anteponiendo el racismo, la supremacía de la raza, la xenofobia, la homofobia y el anticomunismo como principales doctrinas, llevando a cabo una serie de asesinatos a largo y ancho de esta nación.

En tanto, después de la Segunda Guerra Mundial, la ideología ultraderecha tuvo un declive considerable con la derrota de la Alemania Nazi lo cual contribuyó a desacreditar este pensamiento a lo largo del planeta, aunque, algunas dictaduras fascistas en Europa y en América Latina se resistieron hasta finales de los años 70´s.

No obstante, a mediados de los 80´s con las políticas neoliberales promovidas por las naciones capitalistas en el marco de la globalización, trajeron consigo mayor inflación, migración, desigualdad social, inestabilidad económica, desempleo y precariedad laboral; factores que han influido hasta la fecha en la percepción y el sentimiento de las masas más afectadas para el resurgimiento de políticos con ideologías extremistas.

La nueva tendencia ultraderecha, se caracteriza por tener un discurso anticomunista y ultraconservador, y se promueve como la redención de la ley, la paz y el orden; pero en cambio, promueve la xenofobia, el clasismo y el autoritarismo.

En los últimos años hemos visto ejemplos de esta clase de políticos que ya asumieron el poder y no les fue muy bien. Está el caso de Donald Trump en Estados Unidos, que desde campaña promovió un discurso antimexicano, que fungió como clave para ganarse al electorado más radical de aquella nación; y, por otro lado, Jair Bolsonaro en Brasil, quien afirmaba que los afrodescendientes de su país eran unos parásitos. Ambos, por ejemplo, como presidentes coincidieron en que la solución a la inseguridad estaba en armar a su población, detonando en decenas de masacres como las sucedidas en diversas poblaciones estudiantiles de Estados Unidos, o las ocurridas en las favelas y penitenciarías de Brasil.

Por otro lado, recientemente Argentina vive su proceso de renovación presidencial, en donde Javier Milei se perfila para ser el próximo presidente de aquella nación. Este controvertido político se ha sabido ganar a la mayoría de la población argentina, resentida con los recientes gobiernos los cuales tienen sumergido al país en la peor crisis económica de su historia. Las respuestas de Milei giran en torno a la eliminación de la ideología de género, el feminismo, la asistencia social directa, la sustitución del peso argentino por el dólar estadounidense, el armamiento de la población, la inclusión de la religión forzada y la privatización de las mayorías de los servicios gubernamentales, entre otras medidas.

Los ejemplos de Brasil, Estados Unidos, Argentina y de otros países con tendencias ultraderechistas, nos deben de llevar a la reflexión como sociedad, sobre el deber que tenemos de informarnos acerca de los mejores perfiles políticos y más por los tiempos decisivos que se aproximan en México; de saber identificar y  analizar las mejores propuestas de aquellos perfiles que en realidad representen y tengan las respuestas a las problemáticas de las mayorías y no de las minorías representadas en cúpulas; porque el resentimiento nos puede llevar a tomar decisiones con consecuencias muy caras y efectos contraproducentes.




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