¿De verdad no puedo o no quiero?

Nunca es tarde para empezar, hay más tiempo que vida para adoptar hábitos de autocontrol y poder fortalecer la voluntad.

Van pasando los años y nos damos cuenta de que muchas cosas con las que hemos soñado ser o tener todavía no se nos cumplen y nos frustramos o entristecemos, nos sentimos mediocres, y no nos damos cuenta de que la mayoría de las veces es porque no hemos tenido fuerza de voluntad.
La fuerza de voluntad es algo que se ejercita, se desarrolla y se facilita con la práctica constante de pequeñas acciones que conllevan trabajo y sacrificio; es como un músculo que requiere de ejercicio.

Nunca es tarde para empezar, hay más tiempo que vida para adoptar hábitos de autocontrol y poder fortalecer la voluntad.

Hay que reflexionar y analizar qué tanta fuerza de voluntad tenemos nosotros como adultos, y como padres qué tanto hemos enseñado a nuestros hijos también a tener fuerza de voluntad. Un ejercicio que podemos hacer es poner en una lista de cinco, seis, diez, o lo que se quiera de aspectos de nuestra vida que no podemos hacer por ejemplo yo no puedo concentrarme para estudiar, yo no puedo ser puntual, yo no puedo hablar bien de los demás, yo no puedo querer a mi suegra, yo no puedo cocinar bien, yo no puedo bajar de peso, yo no puedo dejar de fumar; y después de escribir eso, cambiar el no puedo por la palabra quiero y entonces se va a escribir yo quiero concentrarme para estudiar, yo quiero ser puntual, yo quiero hablar bien de los demás, yo quiero querer a mi suegra, yo quiero cocinar bien, yo quiero bajar de peso, yo quiero dejar de fumar…

Unos tips que siempre se recomiendan a seguir para educar esta fuerza de voluntad son:

– Predicar con el ejemplo. Para los menores de edad el ejemplo por parte de los adultos y sobretodo de los padres tiene una gran importancia.

– Tener un plan. Especificando en un papel, el cuándo, cómo, dónde y cuánto tiempo se empleará para cumplir la meta, y revisándolo cada día o semana, no más, y sobretodo poniéndonos metas concretas y diarias y a corto plazo, ya que es más fácil cumplir que voy a comer la mitad de pan o tortillas diario que decir voy a bajar 30 kg en 6 meses.

– Valorar el esfuerzo. Hay que tener en cuenta que a veces habrá que valorar el esfuerzo y no el cumplimiento de la meta, por ejemplo aplaudir el tiempo de estudio de los hijos y no la calificación.

– De los errores se aprende. Saber nosotros y trasmitirles que no debemos de tener miedo al fracaso, ya que muchas veces el riesgo o la caída son más eficaces que el éxito.

– Ser hombre de palabra. Enseñarnos a cumplir lo que se promete.

– Motivación. Pegar fotos de las metas ya sea en el espejo donde nos arreglamos, o en el refrigerador para estar continuamente motivándonos.

– Independencia. Hacer ver a nosotros y a nuestros hijos que el esfuerzo por nosotros mismos es por nuestro bien, que nos va a hacer felices; y que no hay que hacerlo para contentar a otros.

– Saber pedir ayuda. Saber y enseñarles que en momentos difíciles pedir ayuda a alguien no es signo de debilidad y en cambio nos hará más fuertes para seguir firmes hacia la meta.




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Isabel Orendain

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