
Sigifredo Noriega Barceló.
En tiempos pasados, la sociedad era más homogénea y los cambios profundos se daban muy ‘de vez en cuando’.
“No he venido a traer la paz sino la división”
Lucas 12,49-53
Vivimos en una sociedad plural en ideas, creencias, intereses, religiones, visiones de la realidad…
En tiempos pasados, la sociedad era más homogénea y los cambios profundos se daban muy ‘de vez en cuando’. La defensa de la diversidad, las libertades, la autonomía, mis derechos… son algunos rasgos en el modo de vivir de las nuevas generaciones. Por otra parte, la búsqueda de equidad, igualdad, la no discriminación… son anhelos presentes en las luchas emocionales, afectivas, ideológicas, jurídicas, políticas, religiosas… de nuestro tiempo. ¿Hacia dónde se inclina o se inclinará la balanza? ¿Buscar equilibrios? ¿Qué futuro tiene alimentar radicalismos y polarizaciones? ¿Se vale todo en las estrategias?
“No he venido a traer la paz, sino la división”, dice Jesús en el Evangelio que se proclama este domingo. “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”, afirma para suscitar respuestas comprometidas en la acción.
Escuchar esta palabra tremendamente provocadora en tiempos convulsos puede desconcertarnos. ¿A qué le apuesta Jesús? ¿Por dónde tiene que ir el compromiso del bautizado y, por tanto, de la Iglesia?
El discípulo tiene que buscar, discernir y decidir su opción. La indiferencia es una tentación cómoda que sólo pospone y complica la lucha.
El compromiso por la reconciliación, la paz, la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la compasión… es la única opción válida para ser testigos creíbles en un mundo plural y fragmentado. La fe en Cristo debe mostrar este rostro como forma de ser, no como mera estrategia.
Al meditar el Evangelio de este día tenemos que pasar del desconcierto inicial a la claridad serena del compromiso.
La ‘división’ y el ‘fuego’ de que habla Jesús es una invitación al discernimiento y a la decisión concreta por el Reino de Dios. No hay duda que la opción evangélica es de paz y por la paz; si trae guerra es con quien quiere hacer de la mentira, la indolencia, la injusticia, la insolidaridad, la indiferencia… un estilo de vida.
El ejemplo de la familia ‘fracturada’ nos invita a pensar y a decidir en la misma línea: optar por el Reino de Dios exige estar dispuestos a cargar cada día la cruz del amor paciente y misericordioso y a no asustarnos por la polémica causada por la fidelidad al evangelio.
El cristiano, discípulo misionero modelo 2025, se sabe ciudadano en un mundo plural, dividido, fragmentado y, al mismo tiempo, anhelante de unidad, igualdad, convivencia pacífica. En este mundo real está invitado a dar testimonio de su fe. Vivir el Evangelio de Jesús en este ambiente es una gracia y un reto que exige discernimiento para comprometerse con inteligencia y audacia en la construcción de un mundo más habitable.
Los indicadores de una decisión correcta se verán cuando el anuncio, la celebración y el testimonio del Evangelio generen esperanza, fraternidad, amistad social, solidaridad, justicia, igualdad, libertad, unidad en lo básico y amor compasivo en todo.
Entonces habremos avanzado en la construcción de una paz verdadera.
Bendigo y rezo por nuestros estudiantes y las comunidades educativas al iniciar un nuevo ciclo escolar.