
Sigifredo Noriega Barceló.
Hace poco escuché en una conferencia que solamente las personas que ‘están conectadas’ tienen cabida en el mundo posmoderno. El conferencista señaló además que los campos de la educación, la salud y la conectividad son las áreas de oportunidad indispensables para quienes aspiren a sobresalir en un mundo que se mueve por competencias y hace … Leer más
Hace poco escuché en una conferencia que solamente las personas que ‘están conectadas’ tienen cabida en el mundo posmoderno. El conferencista señaló además que los campos de la educación, la salud y la conectividad son las áreas de oportunidad indispensables para quienes aspiren a sobresalir en un mundo que se mueve por competencias y hace del marketing su hogar, escuela… lo que da sentido a su existencia. Educación y salud siempre han sido necesarios para el desarrollo de personas y pueblos, pero ¿estar conectados, también?
La razón es clara: si no estamos conectados nos perdemos lo mejor que puede ofrecer este mundo posmoderno. Si Descartes viviera en el siglo XXI cambiaría su famosa frase “pienso, luego existo” por “estoy conectado, luego soy alguien”. ¿Cambiaría el racionalismo por el pragmatismo para poder vivir en un mundo que tiende a desconectarse de la razón y del espíritu para conectarse al vaivén de lo conveniente, lo práctico, lo aprovechable?
Les invito a releer el Evangelio del Domingo pasado desde esta perspectiva. Los paisanos de Jesús estaban bien conectados con la religión de sus antepasados que enseñaba que la salvación era exclusiva para ellos: los judíos se salvarán y los paganos se condenarán. Llega Jesús, entra en la sinagoga, lee al profeta Isaías y oferta la salvación a quien tenga fe en él, a todos. Los paisanos no solamente se desconectan de Jesús, sino que intentan lincharlo. Él “pasando por en medio de ellos, se alejó de allí…” Los ejemplos que da indican un cambio profundo: dos paganos -la viuda de Sarepta y el sirio Naamán- creyeron y fueron liberados.
Saquemos consecuencias para la mentalidad de nuestro tiempo que privilegia la inclusión. La fe nos conecta con Jesús y su Evangelio. El reino de Dios es el campo donde se autentifica si nuestra conexión con Él es real, ficticia o una gris simulación. El reino de Dios es el campo donde cae la semilla que está llamada a dar frutos de libertad, verdad, justicia, solidaridad, paz. Esto significa que la vida es el lugar más propicio para dar los frutos de la fe. Si vida y fe están interconectadas estamos en el camino de Jesús. La oferta es para todos, no solamente para los que van al templo (antigua sinagoga) o dicen ser personas muy religiosas. Es cuestión de estar conectados con él e interconectados con los hermanos más necesitados.
El Papa Francisco nos confirma en esta fe y nos invita a conectar la fe en Jesús con los grandes desafíos que vivimos en el hoy de la salvación. Nos recuerda que la misericordia de Dios está al alcance del enchufe de la fe sencilla, alegre y comprometida. Nos urge a ser coherentes y a trabajar incansablemente por unir fe y vida, fe y compromiso social. Solamente una fe conectada con la vida y una vida conectada con la fe tienen futuro, el presente y el futuro de la salvación.