
Frente a este escenario de declaraciones unilaterales, negaciones categóricas y omisiones estratégicas, los mercados internacionales reaccionaron con una mezcla de apatía y cautela.
Donald Trump utilizó ayer su red Truth Social para declarar el fin de la guerra entre Israel e Irán, a la cual denominó como “la Guerra de los 12 Días”. Aseguró que ambos países pactaron un cese del fuego escalonado que pondría fin al conflicto. En sus mensajes confirmó lo que antes se había difundido ampliamente en los medios: que Irán lanzó 14 misiles contra la base aérea estadounidense de Al Udeid en Qatar, de los cuales 13 fueron interceptados y uno se dejó pasar deliberadamente porque “no representaba amenaza alguna”. Según él, Irán detendría sus ataques durante 12 horas, luego lo haría Israel por el mismo periodo, concluyendo así el enfrentamiento. Incluso pidió a ambas partes que “den un paso atrás y permitan que la paz tenga una oportunidad”. Su tono fue triunfalista, como si hubiese orquestado una solución diplomática histórica sin necesidad de negociaciones visibles, ni mediadores internacionales, ni gestos reales por parte de los involucrados.
Sin embargo, como ha ocurrido en otras ocasiones, los hechos rápidamente desmintieron sus afirmaciones. El líder supremo de Irán, el Ayatollah Ali Jamenei, rechazó de inmediato cualquier rendición o acuerdo. Desde su cuenta en X afirmó: “No nos rendiremos ante ninguna agresión”. En sus discursos endureció el tono, reiterando que Irán no será intimidado por ninguna potencia extranjera y que responderá a cualquier ataque con firmeza. Aludió también a Israel, calificándolo como el “régimen sionista terrorista”, acusándolo de buscar la desestabilización regional con apoyo estadounidense.
Más elocuente aún fue el silencio del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Hasta el cierre de esta columna, ni él ni su gobierno habían confirmado o desmentido el supuesto alto al fuego anunciado por Trump. Ayer elogió los bombardeos estadounidenses a instalaciones nucleares iraníes, calificándolos como “históricos” y parte de una estrategia de “paz mediante la fuerza”, pero ante la declaración unilateral de cese de hostilidades por parte de Trump, optó por la reserva. No hubo conferencia, ni tuit, ni mensaje oficial.
Frente a este escenario de declaraciones unilaterales, negaciones categóricas y omisiones estratégicas, los mercados internacionales reaccionaron con una mezcla de apatía y cautela. El índice S&P 500 cerró con una ganancia marginal de 0.96%, como si el riesgo geopolítico no existiera. En México, el IPC retrocedió levemente (-0.3%), lo que sugiere mayor sensibilidad local ante posibles impactos del conflicto. En cuanto al peso, se apreció ligeramente, cotizando alrededor de los 19.08 por dólar, beneficiado por un debilitamiento global del dólar, pero todavía expuesto a las consecuencias de una eventual alza en los precios del petróleo y la presión inflacionaria que ello implicaría.
Lo que ha ocurrido desde el sábado pasado ha configurado un escenario que oscila entre lo surrealista y lo peligroso: una paz anunciada sin acuerdo, una tregua impuesta unilateralmente por EEUU, o quizá solo una pausa incómoda antes de que la tormenta arrecie. Lo más inquietante no es solo la guerra en sí, sino la manera en que sus protagonistas la administran y cómo el resto del mundo, empezando por los mercados, parece acostumbrarse a vivir al filo del abismo sin inmutarse.
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