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Opinión

Francisco, un papa argentino que nunca fue a la Argentina

Francisco, un papa argentino que nunca fue a la Argentina

Opinión José Antonio Rincón

Jorge Mario, un hijo de inmigrantes italianos nacido en la Argentina, más que romper, introdujo novedades en ese monstruo que es la curia o élite Vaticana.

José Antonio Rincón
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23 de abril 2025

El domingo de resurrección, con claras evidencias de un hombre moribundo, a los 88 años y casi entre la multitud en la plaza de San Pedro del Vaticano, unas horas después, en la llamada Casa Santa Martha el santo padre dejaba este plano terrenal.

Debe repensarse en esas exhibiciones irrespetuosas de un moribundo, porque hasta un papa tiene derecho a morir en la privacidad, si no es que en la intimidad.

Jorge Mario, un hijo de inmigrantes italianos nacido en la Argentina, más que romper, introdujo novedades en ese monstruo que es la curia o élite Vaticana, el selecto y poderoso grupo de cardenales, que es el que en realidad gobierna y a veces con métodos poco evangélicos, tanto que hizo renunciar al gran papa alemán Benedicto XVI, lo mejor que ha tenido la iglesia Romana en más de un siglo.

Francisco, como se autonombró, cuando el conclave lo eligió, fue el primero en utilizar el nombre del santo de Asís, lo que trazó la deriva de su pontificado, además fue el primer papa perteneciente a la poderosa compañía de Jesús, que es la única que tiene un voto de fidelidad al obispo de Roma, como una respuesta a la reforma protestante del siglo XVI, aunque en pleito soterrado en distintas épocas de los llamados jesuitas con su jefe.

Anticlerical en el sentido de que los sacerdotes no se crean ni actúen por arriba de los fieles, sintiéndose que son superiores, razón por la cual el escritor español Javier Cercas en su libro de pronto aparición, lo llama “El Loco de Dios.” que así era como se motejaba San Francisco de Asís, precisamente porque estaba contra del clericalismo.

Francisco llegó a la sede de Pedro con un gran carisma, un hombre que conocía el poder, lo ejercía y le gustaba hacerlo, acervo que adquirió en su natal Argentina, donde ya como arzobispo primado de Buenos Aires hasta riñó con la entonces presidenta de su nación, la polémica Cristina, aun cuando en su juventud fue un ardiente peronista.

Se empeñó en acabar con el boato de un papado monárquico en declive y por eso no quiso vivir en el llamado palacio apostólico y jamás fue a veranear, como sus antecesores al bellísimo castillo de Castelgandolfo, distante de Roma apenas unos treinta kilómetros. Le gustaba, como buen político, el baño de masas y denunciar el capitalismo salvaje que tiene sojuzgada a la humanidad y aunque hubo cierta apertura en lo que respecta a los divorciados, los homosexuales y su lucha contra la nefasta pederastia, cerró la puerta al sacerdocio femenino y quedó en veremos lo del ingrato e hipócrita celibato sacerdotal, que es una cuestión de disciplina y no de doctrina.

El ecumenismo no le fue ajeno y así se reunió con el patriarca ortodoxo y con el arzobispo de Canterbury, demostrando que la diversidad de denominaciones cristianas no hace mella en la unidad en la fe en Cristo Jesús.

Francisco alzó la voz a favor de los pobres y desvalidos y su crítica al capitalismo, le valió hasta las ofensas del ominoso Trump en su primer período presidencial.

Su muerte deja un vacío de esas ansias de reformar desde dentro y la incógnita de quién será el sustituto que elegirá el senado cardenalicio.

En el periodo de sede vacante, nada se innovará, dicta el derecho canónico y adquieren protagonismo en el gobierno de la iglesia, el cardenal camarlengo, el protodiácono además del decano, aunque limitado por las normas canónicas, de modo que desde ya comienza el juego de poder que no se ve pero existe, porque la elección de un sumo pontífice también tiene un alto ingrediente político: los grupos, los intereses y los interesados. Y aunque fue un papa viajero, nunca regresó a su patria por motivos políticos, según se dejaba ver.

Dios guarde el alma de Jorge Mario que además decidió unas honras fúnebres no de emperador, sino de un cristiano más y será sepultado según su voluntad fuera del Vaticano, en la basílica de Santa María la Mayor, que está en la ciudad eterna.

Ojalá los cardenales electores, que suman más de cien, nos den un Papa santo y sabio, de carácter y reformador que tanto necesita la iglesia. Esto ocurrirá, seguramente en los primeros días del próximo mayo.

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