Fondo y forma

Hoy en la Opinión de Juan Carlos Ramos León.
Hoy en la Opinión de Juan Carlos Ramos León.

Por estos días, comentábamos con unos amigos al respecto de la forma como fuimos educados de niños y los contrastes con los métodos que son útiles hoy en día. El fondo sigue siendo el mismo pero es imperativo cambiar las formas. En el fondo debemos de transmitirles, mediante la enseñanza del ejemplo, a respetar, ser … Leer más

Por estos días, comentábamos con unos amigos al respecto de la forma como fuimos educados de niños y los contrastes con los métodos que son útiles hoy en día. El fondo sigue siendo el mismo pero es imperativo cambiar las formas. En el fondo debemos de transmitirles, mediante la enseñanza del ejemplo, a respetar, ser honestos, decir la verdad, hacer el bien, etc. Pero no podemos darnos el lujo de hacerlo como se hacía antes cuando, ante la pregunta de “por qué” la respuesta que recibíamos era “porque así es y te callas”. ¡Y así aprendíamos!

En la actualidad es necesario darles a los hijos una vasta explicación de los ‘por qués’ de cada orden que les damos para que aprendan a seguir determinado tipo de conducta por convicción y no por obligación. Tal vez habrá muchas cosas que aún no comprendan, pero siempre valorarán que, en lugar de tener que acceder de mala gana, se les dio la oportunidad de explicarles.
El problema surge cuando los padres nos desesperamos y terminamos utilizando el arcaico método de la imposición.

El contexto en que se ubican nuestros hijos es en el de la era de la sobreinformación. Ellos necesitan más pedagogos que les ayuden a ser selectivos con esa información, es decir, a ‘digerir’ un poco lo que les resulta útil y lo que no en la formación de su propio criterio y menos capataces forzándoles a seguir las reglas ‘porque sí’.

A los que tenemos hijos, nos debe de quedar bien clara una cosa: si nosotros, sus padres, no estamos dispuestos a asumir ese rol de ‘pedagogos’ le estamos dejando vacante el puesto a alguien más y ese alguien más puede ser que no venga con tan buenas intenciones. Y no se trata de hacer una maestría o especialidad en educación.

Se trata sólo de dejarnos guiar por los impulsos que el amor a nuestros hijos nos genera. Es una especie de instinto que nos ayuda a sacar respuestas cariñosas, quién sabe de dónde, cuando se nos formula una pregunta que, francamente, no sabemos cómo contestar.
El tiempo para formar a los hijos es vital. Prestémosles la atención adecuada.




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