Fe y compromiso político

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

El cristiano está llamado y es enviado a hacer presente el Evangelio en todo ámbito y circunstancia.

“Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”

Mateo 22, 15-21

El domingo pasado celebramos el domingo mundial de las misiones. La misión de la Iglesia y del bautizado en el apasionante mundo de la política provoca, con frecuencia, discusiones con difícil resolución. Por otra parte, la relación Iglesia y Estado no siempre tiene fronteras precisas; en el caminar no han faltado conflictos de diversa índole. Desde la Ciudad de Dios (san Agustín, siglo V) hasta la carta Fratelli tutti (Papa Francisco, siglo XXI) no han faltado reflexiones sobre la participación de los cristianos en la construcción de la ciudad.

Las elecciones federales, estatales y locales de 2024 están a la puerta.  Aunque éstas no lo son todo en un país democrático, constituyen un momento fuerte para definir qué país anhela la ciudadanía. El cristiano está llamado y es enviado a hacer presente el Evangelio en todo ámbito y circunstancia.

El texto proclamado este domingo es una invitación a pensar y accionar los valores del Reino de Dios en las relaciones que tejen y sostienen la convivencia y el desarrollo de la vida en sociedad. “Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” es aceptar la misión y las tareas de personas e instituciones en sus campos, con responsabilidad y sentido de colaboración. En principio, no debería haber contradicción entre amor a Dios y amor al prójimo, caridad política y caridad cristiana. En todo momento hay que buscar que las relaciones se den con armonía mirando siempre el bien común.

El Papa Francisco ha reflexionado -en voz alta, más allá de toda religión- en la relación de la caridad política, la caridad social y las tareas pendientes de quien se considera habitante responsable en este mundo que globaliza la complejidad. En una reflexión magistral acerca de la fraternidad, la amistad social y el bien común afirma que “reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad… Cuando un individuo se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y justicia para todos, entra en ‘el campo de la más amplia caridad, la caridad política… porque busca el bien común’.” (FT,180) Una mala política sólo privilegia ambiciones individuales y grupales.

Pudiéramos traducir “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” como el poner en práctica el amor al prójimo, servirlo desde la perspectiva del bien común para ir desterrando el afán de dominio, la explotación y manipulación de los demás. El Papa Francisco ha dicho en otra ocasión que “la corrupción es la polilla de la vocación política” porque pervierte la política y la religión, la relación con Dios y con el César.

Tenemos tareas urgentes que realizar.

Con mi afecto y bendición.




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