Enseñar a escribir: ¿inspiraciones, rituales?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

La fiebre de los llamados coaches y conferencistas más superficiales que especialistas ha llegado también a la didáctica no tanto de la redacción ―un saber más procedimental que teórico, más variado que uniforme debido al contexto único de cada texto a generar―, sino de algo a lo que algunos llaman vagamente “didáctica de la escritura”, … Leer más

La fiebre de los llamados coaches y conferencistas más superficiales que especialistas ha llegado también a la didáctica no tanto de la redacción ―un saber más procedimental que teórico, más variado que uniforme debido al contexto único de cada texto a generar―, sino de algo a lo que algunos llaman vagamente “didáctica de la escritura”, más relacionada con inspiraciones, rituales y predisposiciones que con el verdadero proceso de planificación, generación y corrección de un texto escrito.

Frente a las didácticas casi siempre tradicionales e impositivas que dentro de las aulas se desarrollan desde el dictado o la paráfrasis, tenemos a talleres extramuros que se disfrazan de creatividad en la escritura y se mueven en un lirismo muy caprichoso.

Debemos cuestionar, claro, los dictados sin razonamiento alguno, y el acatamiento de preceptos gramáticos sin explicar ni ahondar en sus motivaciones, contextos y orígenes. Pero también las mascaradas new age sobre la escritura (que no propiamente redacción, insisto).

En el caso de los métodos informales, persisten dinámicas donde se prioriza “dar vuelo a la imaginación”, hacer listas de palabras, “buscar inspiración/invocar a la musa”, improvisar textos a partir de prácticas mal dirigidas de “escritura automática”, teatralizar un texto leído y redactar tras meditar una canción o un poema o mientras se escucha música clásica. Incluso practicar “rituales”, como si la escritura fuese acto mágico o sobrenatural.

Pululan textos con títulos como 20 consejos para escribir mejor, que postulan “sé auténtico”, “apaga tu celular” y “antes de escribir asegúrate de encontrarte en un ambiente relajante que invite a la inspiración”; 10 consejos para escribir mejor, que insiste en que “el poder de la escritura no tiene límites”; o 20 consejos para escribir mejor cada día, donde se aconseja que el redactor debe comer y dormir bien, crear su “ritual de escritura” y recordar siempre por qué empezó a escribir.

Como se ha detectado dentro de aulas, algunos profesores de clases de “expresión escrita” y talleres de lectura y redacción insisten en introducir como canónicos a textos preceptivos de este tipo (y tornar las dinámicas de redacción en cuasi experiencias con fondos musicales, inciensos, pies descalzos y ojos cerrados, alejándose del conocimiento propiamente validado y especializado).




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