El trabajo de las mujeres

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

La primera y más importante mujer en la vida de cualquier ser humano es la madre, y a falta de ella, en nuestro país han sido las abuelas, hermanas o tías, pero al fin mujeres. Así de trascendente ha sido la función de la hembra en la historia de la humanidad, que inicia con la … Leer más

La primera y más importante mujer en la vida de cualquier ser humano es la madre, y a falta de ella, en nuestro país han sido las abuelas, hermanas o tías, pero al fin mujeres. Así de trascendente ha sido la función de la hembra en la historia de la humanidad, que inicia con la gestación y sigue con el cuidado y la conducción de los hijos orientándolos para que sean buenos miembros de su familia y de la sociedad y así vivir en armonía y paz, función que lamentablemente no ha sido valorada y mucho menos recompensada, convirtiéndose en una de las mayores injusticias de la humanidad.

Escribo estas letras recordando con mucho cariño a mi querida mamá, Esperanza Castro Campos, que unida en matrimonio con mi padre, Luis Santoyo, procreó 16 hijos, a los que, con ayuda de mi abuela Conchita, condujo con mucha dedicación, empeño, y amor.

Mi madre fue nuestra doctora, enfermera, costurera, cocinera, lavandera, electricista, barrendera, peluquera, maestra, guía espiritual, legisladora imponiendo reglas de vida en la casa y juez, pero nunca jamás recibió un sueldo, una compensación, ni un reconocimiento social por esa labor que seguramente le impidió seguir sus anhelos y aspiraciones personales por cumplir en su hogar como lo hizo, y como lo hicieron y lo siguen haciendo cantidad de mujeres en los hogares mexicanos.

Hoy, por la pandemia, las mujeres han recibido la carga escolar debido a la suspensión de clases presenciales y el cuidado de sus familiares, situación que ha significado un injusto y enorme retroceso en las actividades de incorporación al trabajo productivo que ya habían emprendido. El confinamiento las ha regresado de plano al papel de enfermeras, doctoras, cuidadoras, creadoras de una serie de normas de prevención y cuidado en el hogar; y maestras pendientes de las clases en línea de sus hijos, para explicarles, orientarlos y ayudarles a hacer sus tareas, labor que tampoco les es pagada ni reconocida, y que la sociedad debe tener cuidado para que no se prolongue más y no se les vuelva a encadenar en un trabajo que es de suyo relevante, pero que les impide ubicarse con igualdad en el desarrollo social.

Urge rescatarlas con una política social que las impulse hacia un mejor destino.




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