El respeto.

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

En una sociedad y un mundo en los que existen una gran diversidad de ideas, convicciones, creencias, gustos y costumbres, es fundamental que impere el valor del respeto a los demás. Es cierto, sería mucho más fácil convivir con otros si todos pensáramos igual. Pero precisamente son esas diferencias entre los seres humanos las que … Leer más

En una sociedad y un mundo en los que existen una gran diversidad de ideas, convicciones, creencias, gustos y costumbres, es fundamental que impere el valor del respeto a los demás. Es cierto, sería mucho más fácil convivir con otros si todos pensáramos igual. Pero precisamente son esas diferencias entre los seres humanos las que nos obligan a practicar el respeto a todos por igual, sin hacer distinciones ni exclusiones.

En aquella máxima de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz” se deja muy claro que el único camino que conduce a la paz, a ese estado de perfecto bienestar que todos anhelamos, es el respeto.

Respetar a otra persona no se trata necesariamente de aceptar sus argumentos y adoptar sus convicciones como propias: “No pienso igual que tú, pero respeto tus ideas”. ¿La razón? Somos diferentes, pero al final ambos somos personas con igual dignidad. Dicen que “el sol sale para todos”: pobres y ricos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres. Esto es una forma de dejar en claro que no hay seres humanos más meritorios de respeto que otros.

¿Por qué pareciera que a veces respetamos más a unas personas que a otras? ¿A un líder político o religioso, por ejemplo, a un director de escuela o a un gerente de empresa? En este caso lo que sucede es que profesamos un respeto a la investidura de esa persona. Es como si la respetásemos dos veces: una por ser persona y otra por el papel que representa. Y esto no significa que esa persona sea más digna de respeto que otra. Hay una serie que se llama “Banda de Hermanos” en la que un militar que había estado subordinado a otro asciende de rango hasta adquirir uno mayor que el de su anterior superior. Al encontrarse nuevamente después de algunos años quien había sido el superior anteriormente se rehusó a saludar a su ahora superior y éste último le llamó la atención diciendo “saludamos al rango, no al hombre”. Esto ilustra muy bien lo ya comentado.

Conducirse respetuosamente por la vida asegura el estupendo resultado de ser respetado también.

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