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Opinión

Debo decirlo… Compliance: confianza y responsabilidad

Debo decirlo… Compliance: confianza y responsabilidad

Jaime Casas Madero

En la actualidad, el compliance no se limita solo a evitar sanciones: es una estrategia para construir confianza, proteger la reputación, prevenir riesgos legales y demostrar integridad operativa.

Jaime Casas Madero
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15 de julio 2025

En los últimos años, el concepto de compliance ha dejado de ser un lujo reservado para las grandes corporaciones. Hoy, el cumplimiento normativo se ha transformado en un componente esencial de cualquier organización que aspire no solo a crecer, sino a sobrevivir en un entorno cada vez más regulado, más exigente y más expuesto al escrutinio social.

Por compliance se entiende el conjunto de herramientas, procesos, políticas y controles internos que una organización adopta para garantizar que sus operaciones se alineen con las leyes aplicables, las regulaciones del sector, los principios éticos y sus propios valores institucionales.

En la actualidad, el compliance no se limita solo a evitar sanciones: es una estrategia para construir confianza, proteger la reputación, prevenir riesgos legales y demostrar integridad operativa. Las organizaciones que aún ven el cumplimiento como una carga o una formalidad están leyendo mal el momento histórico que vivimos. Cumplir no es una opción. Es una señal de madurez institucional.

A nivel internacional, esta herramienta se ha consolidado como un estándar ineludible. En muchos países, las empresas no solo deben evitar violaciones, sino demostrar que hicieron todo lo posible para prevenirlas. Esto ha dado lugar a marcos normativos más sofisticados, donde el diseño e implementación de programas de integridad se convierte en requisito para firmar contratos, acceder a financiamiento o participar en cadenas de suministro globales. Para competir en los mercados internacionales, cumplir con la ley ya no basta: hay que mostrar cómo se cumple y con qué resultados.

En México, el punto de quiebre fue con la reforma constitucional de 2008 en materia penal, que introdujo un nuevo sistema acusatorio adversarial y abrió el camino para responsabilizar penalmente a las personas morales. A partir de esa reforma, las empresas dejaron de ser solo actores civiles o administrativos: podían ahora ser sujetas de responsabilidad penal. Este cambio marcó el inicio de una transformación profunda, donde contar con mecanismos de prevención, ética corporativa y control interno dejó de ser decorativo para convertirse en una medida de defensa legal.

En este escenario, el rol del abogado interno cobra una relevancia estratégica. Ya no se trata únicamente de interpretar normas o revisar contratos, sino de convertirse en un garante del cumplimiento desde dentro. Es quien debe anticiparse a los riesgos legales, acompañar la toma de decisiones con criterio ético y construir puentes entre la operación cotidiana y las obligaciones normativas.

Actualmente, los programas de cumplimiento abarcan mucho más que el combate a la corrupción. Incluyen protección de datos personales, derechos humanos, acoso laboral, discriminación, sostenibilidad, ciberseguridad, conflictos de interés y transparencia operativa. Esto ha obligado a las empresas a evolucionar, desarrollando estructuras más sólidas, políticas claras y canales de denuncia eficaces. El cumplimiento ya no se ve como una simple función de cumplimiento, sino como una herramienta de gobernanza estratégica.

El futuro del compliance exigirá más. Vendrá acompañado de inteligencia tecnológica, automatización de controles, monitoreo en tiempo real y una visión más integral de los riesgos. Pero, sobre todo, demandará coherencia. Las empresas deberán ser capaces de demostrar que sus valores se viven en la práctica, y que no hay contradicción entre lo que declaran y lo que hacen. El cumplimiento será juzgado no solo por su estructura, sino por su consistencia ética.

En suma, el presente del compliance exige profesionalismo, voluntad y estructura. Y el futuro requerirá algo más difícil: convicción. Las organizaciones que entiendan que el cumplimiento no es un obstáculo, sino una palanca de confianza, reputación y sostenibilidad, estarán preparadas para adaptarse a lo que viene. Las demás, tarde o temprano, quedarán fuera del juego.

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