
Sigifredo Noriega Barceló.
Cada generación tiene que recorrer el camino fatigoso de la libertad en la verdad, la justicia y la caridad.
“El hijo del hombre va a ser entregado… Si alguien quiere ser el primero, que sea el servidor de todos”.
Marcos 9, 30-37
La celebración de las fiestas patrias va perdiendo intensidad a medida que avanza el mes de septiembre. Todavía quedan, en calles, casas y edificios públicos, detalles que nos recuerdan a los héroes de ayer.
Por otra parte, candidatos a héroes en el presente, se asoman por las ventanas de los edificios municipales y estatales ofreciendo proyectos que, en tres/seis años, ¿darán un rostro mejor al municipio y al futuro del país?
Nadie puede garantizar la victoria de la libertad, mucho menos cuando ésta se separa de la verdad, la justicia, la caridad, la corresponsabilidad. Las decisiones apresuradas que han tomado la Cámara de Diputados, el Congreso de la Unión y los Congresos Estatales en días pasados, no son garantía de una honesta procuración e impartición de justicia…
Cada generación tiene que recorrer el camino fatigoso de la libertad en la verdad, la justicia y la caridad. Ahora toca a la nuestra mostrar la sabiduría y prudencia que necesitamos en tiempos de incertidumbres e inseguridades.
El Evangelio del Domingo pasado recoge una serie de valiosas instrucciones que Jesús da a los suyos para iniciar y consumar la construcción de una comunidad alternativa.
Unas, son respuesta a preguntas planteadas; otras, correcciones a una práctica equivocada; en otras, toma la iniciativa y hace aclaraciones no pedidas.
Con este material Marcos elabora una catequesis donde habla con claridad de los valores del Reino desde donde ha de construirse la nueva comunidad.
La jerarquía de valores que Jesús propone choca con los deseos y miedos de sus discípulos. Éstos están preocupados por saber quién de ellos ocupará el primer lugar y ‘mandará’ en la nueva comunidad. En cambio, la lógica de Jesús -plasmada en el anuncio y realización del Reino de Dios- propone otros valores que rompen con todo lo que encierra al ser humano en sus ambiciones, codicias, rivalidades y negatividades.
La acogida y el servicio a los pequeños, los pobres y los que no cuentan, es la norma de comportamiento que inculca Jesús a los suyos. Es la única manera evangélica de edificar la comunidad del Reino.
“Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia” enseña Santiago a los cristianos de la primera generación. ¡Qué manera de traducir y proponer los valores del Reino! Ahora somos nosotros los obreros de la libertad, la paz y la justicia en las actuales circunstancias que vive nuestro México. Jesús nos envía a servir inspirados en los valores del Reino. Al igual que los héroes del pasado somos personas con sueños y aspiraciones, limitaciones y defectos.
El reto para el discípulo, modelo 2024, es hacer visible el dinamismo del Reino de Dios en un mundo con modernas esclavitudes, ambiciones y otras trampas mentirosas.