El optimismo como táctica

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

En la novela “La broma” de Milán Kundera, el protagonista principal Ludvik, le envía a su novia Marketa una postal en la que le escribe, como para que todo mundo la vea, la siguiente frase: “El optimismo es el opio del pueblo. El espíritu sano huele a idiotez”. Por ello, el joven es encarcelado y … Leer más

En la novela “La broma” de Milán Kundera, el protagonista principal Ludvik, le envía a su novia Marketa una postal en la que le escribe, como para que todo mundo la vea, la siguiente frase: “El optimismo es el opio del pueblo. El espíritu sano huele a idiotez”. Por ello, el joven es encarcelado y condenado a seis años de prisión de trabajos forzados. En su defensa, alega que fue una broma, pero esta respuesta sólo irrita más a sus interlocutores, quienes le preguntan que si eso le hace reir; que si en verdad cree que se pueda construir el socialismo sin optimismo. A partir de ahí, le queda claro que el optimismo, en el régimen en que vive, es una obligación, y no un estado de ánimo.

Nada se puede edificar sin optimismo; es verdad. Pero tampoco se puede ir al extremo y pensar que todo lo podemos hacer sólo siendo optimistas, y depositar en los miembros de la sociedad la responsabilidad de vivir en armonía y bienestar si la sociedad asume que todo lo que desea se puede lograr siendo positivos. La tarea de conducir una colectividad conlleva mucho más que eso.

La realidad nos está demostrando que el optimismo basado en creer que todo va a salir bien si nos portamos bien y de que todo se puede resolver con besos y abrazos, no es suficiente. Pareciera orientado a trasladar al ciudadano la responsabilidad del bienestar general, de manera que cuando las cosas no salen bien, echarle la culpa a los demás; a los enemigos, a los contrarios.

Es cierto que los mexicanos enfrentamos la realidad con bromas, con chistes, con memes, con cierto cinismo y hasta nos burlamos de nuestras desgracias. Eso es nuestro opio; pero ello está muy lejos de significar que seamos optimistas; más bien nos muestra como conformistas, pero de ninguna manera satisfechos, felices y contentos. En el fondo, hay coraje, desesperación, desilusión, desánimo; todo lo contrario al optimismo.

La realidad es seria, y seria es la respuesta que se requiere para cambiarla. La inseguridad, violencia, feminicidios, corrupción, impunidad, pobreza, falta de medicamentos, ausencia de empleos y de oportunidades para los jóvenes, la escasez de producción en el campo, etc. etc. no se van a resolver desde una postura de optimismo esgrimiendo datos que chocan con el presente. Asumamos la realidad.




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