El mundo después del Covid-19

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

¿Qué quedará del orden internacional heredado de la Segunda Guerra Mundial, después de la crisis del Covid-19? ¿En qué se diferenciará el mundo, del mundo anterior? Aunque han pasado siete meses desde que el planeta se enteró del brote del coronavirus en China y la pandemia lo atravesó desde entonces, golpeando Irán y luego Europa, … Leer más

¿Qué quedará del orden internacional heredado de la Segunda Guerra Mundial, después de la crisis del Covid-19? ¿En qué se diferenciará el mundo, del mundo anterior?

Aunque han pasado siete meses desde que el planeta se enteró del brote del coronavirus en China y la pandemia lo atravesó desde entonces, golpeando Irán y luego Europa, es demasiado pronto para decirlo porque nadie puede poner una fecha al final de esta crisis. Hoy por hoy, América, especialmente Estados Unidos, México y Brasil estamos en el epicentro, que por lo pronto no se ve que pueda moverse a otro lugar.

Estos meses han infligido graves perturbaciones al orden mundial. Sin prejuzgar el resultado final ya es posible vislumbrar un hito. Es posible distinguir una enérgica aceleración de las tendencias que ya estaban presentes antes de la crisis, en lugar de que el mundo esté tomando nuevos rumbos.

La presidencia de Donald Trump, en el poder desde 2017, y su doctrina “America First”, dibujan un período de años de creciente desinterés de la principal potencia económica y militar por el resto del mundo. Estados Unidos ahora estaría preocupado principalmente por sí mismo.

La crisis puso de manifiesto la vulnerabilidad del modelo social y político estadounidense: 22 millones de desempleados sin los beneficios de su programa de desempleo, muchos de los cuales carecen de seguro médico, un sistema de salud pública inconveniente, un país dividido, un equipo disfuncional en la Casa Blanca, un presidente en conflicto abierto con los gobernadores, al mismo tiempo que el estallido del virus a mediados de la campaña presidencial y la catástrofe económica que conlleva han exacerbado este proceso de alejamiento del mundo. El presidente Trump le dio la espalda a Europa y ha permanecido sordo a cualquier cooperación internacional. A diferencia del presidente Obama, quien participó en la lucha contra el ébola en 2014, Trump decidió suspender la contribución de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en medio de una crisis sanitaria. Cuando se trata de pérdida de prestigio, el ejemplo americano es terrible.
Con audacia y velocidad que tomaron por sorpresa a los países occidentales, Pekín, lanzó una ofensiva mundial de diplomacia humanitaria tan pronto como controló el brote en Wuhan, junto con una vasta operación de propaganda, aprovechando la retirada estadounidense de la escena mundial. La China de Xi nunca había sido tan agresiva en el contexto internacional, confiando en los envíos de máscaras y equipos médicos, debidamente reflejados en las redes sociales occidentales. La Unión Europea también estaba ausente cuando estalló la epidemia en el norte de Italia y la operación china fue capaz de desplegarse cuando la ausencia de ayuda europea y estadounidense a los países vapuleados por la epidemia dejó un vacío que sólo tenía que llenarse.

El llamamiento del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, para un alto el fuego general durante la pandemia no logró enmascarar la impotencia de su organización ante la crisis. Su Consejo de Seguridad se reunió una vez para evidenciar sus divisiones y la OMS, en primera línea, ha vacilado ante la presión de China para retrasar la iniciación de procedimientos de alerta mundial y el retiro norteamericano.

Mientras el mundo subdesarrollado contiene la respiración, el G7 ha sido totalmente inoperante y el G20, presidido por la familia real saudí, se limitó a promover un acuerdo para suspender los pagos de la deuda de 76 países en desarrollo hasta finales de año. La violencia de la crisis y el reflejo proteccionista activó una poderosa dinámica de nacionalismos contra el globalismo. El multilateralismo estaba a la defensiva antes del estallido del coronavirus; ahora está muy debilitado, aunque el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial podrían demostrar su utilidad para venir en ayuda del mundo emergente.

Las consecuencias económicas y sociales de la crisis pueden ser inmensas, incluso para el norte del mundo, y conducir a vacíos políticos en estados frágiles donde las élites gobernantes son desafiadas. Lo único seguro en esta etapa es que un virus global atacó los ya desvencijados cimientos del orden internacional que nos heredó el siglo 20.

*Médico




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