El Jalpa de los años ochenta

Crecí en la época en que un pequeño de apenas 6 años podía caminar solo desde su casa hasta la primaria Francisco Murguía.

Nací en 1975. Desde mis 7 años, cuando comencé a salir a las calles de mi pueblo para vender caseros dulces de tamarindo espolvoreados con chile piquín; desde mis 8, cuando pasé a vender gelatinas, comencé a vislumbrar dónde los jalpenses y los demás pobladores del Cañón de Juchipila estábamos parados.

Como actividades económicas, encima de la agricultura jalpense vi a la artesanía, la albañilería, la carpintería. Y, encima de todas ellas, al comercio y las remesas de nuestros migrantes. Sin la permanente ayuda de ellos, el pueblo en que nací pudo caer desde años antes.

El dólar mandado ha sido, desde hace varias décadas, fuerte sostén.

La tanda y lo fiado fueron, en los años recientes, esperanza y apoyo.

Como muchos otros pueblos zacatecanos, el Jalpa mío es medio Jalpa, auxiliado por el otro medio Jalpa de Los Ángeles, Chicago, Fort Worth y el también texano San Antonio. El otro medio Jalpa que vive también en Oregon, Washington, Arizona, Virginia.

En mi década de los 80, el duelo musical se daba en Radio Alegría: radiodifusora fundada en 1974 por una familia jalisciense venida de Encarnación de Díaz. El duelo era entre Los Bukis y Los Yonic’s. En medio de sus canciones enfrentadas, los niños de esa época escuchábamos a don Fernando tomar las llamadas telefónicas.

—Está usted llamando al 9 90, joven. A sus órdenes.

—Soy Fulano Yáñez y llamo desde Houston para dejarle un mensaje a la señora Faustina Jara, de Corral de Piedra, municipio de Jalpa.

—¿Qué mensaje quiere darle?

—Que baje a Jalpa este domingo, porque a las 11 hora de allá le voy a llamar a la caseta.

—Ya escucharon ustedes: si doña Faustina no está escuchando, alguien por favor avísele.

Crecí como hijo de un bracero que un buen día, cuando yo tenía 5 años y acababa de aprender a leer, decidió regresar para que sus hijos recibieran una educación en español, en su país.

Crecí en la época en que —atravesando las esquinas de 16 de septiembre, Colegio Militar, Victoria, Revolución, Madero y Niños Héroes— podía un pequeño de apenas 6 años caminar solo desde su casa hasta la primaria Francisco Murguía, cargando una mochila llena de libros, con una torta de frijoles recién fritos y un chilote jalapeño taponado con una bola de migajón.

El comandante de la policía municipal era el cuarentón Olegario Durán: por supuesto que no usaba uniforme. No era el policía de las caricaturas de Don Gato ni el inspector que aparecía en la serie de La Pantera Rosa. Don Olegario era hombre bragado, de texana café y camisa vaquera. Seguramente tenía una 22 o 45. No lo sé.

El presidente municipal era Ramón Sandoval, “El Pollo”, de quien sus malquerientes aseguraban que no sabía leer, pero que hizo mucha obra pública entre las calles empedradas de nuestros entonces cinco barrios: San Antonio, El Carmen, Sagrado Corazón, Centro y El Rosario o El Potrero.

El asesor permanente en la política local era el ex senador y ex aspirante a gobernador Calixto Medina. El afamado, de fuerte maña, doctor Medina.

Yo crecí viendo hacia arriba a esos personajes: Don Fernando, Don Olegario, Don Ramón —presidente de Jalpa desde 1982 hasta 1985—, el doctor Calixto, Gilberto Flores Sandoval —presidente desde 1985 hasta 1988—. Y también doña Sara, quien fue la primera bibliotecaria del pueblo.

[email protected]




Más noticias


Contenido Patrocinado