El bautismo en tiempos Covid

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Pedir el bautismo en tiempos de pandemia se ha convertido en una odisea del tamaño del Covid-19. En un principio pensamos que era cuestión de esperar un mes y podíamos retrasar sin problema la recepción del sacramento. Al correr los meses, fuimos experimentando la necesidad de que esto ya no podía esperar. Algo/Alguien muy importante … Leer más

Pedir el bautismo en tiempos de pandemia se ha convertido en una odisea del tamaño del Covid-19. En un principio pensamos que era cuestión de esperar un mes y podíamos retrasar sin problema la recepción del sacramento.

Al correr los meses, fuimos experimentando la necesidad de que esto ya no podía esperar. Algo/Alguien muy importante estaba faltando para la salud de cuerpo y alma. ¿A qué se debía el desasosiego? ¿Es tan decisivo recibir o no el bautismo?
Al terminar el tiempo litúrgico de Navidad contemplamos a Jesús en el Jordán recibiendo el bautismo de manos de Juan Bautista.

El evangelista dice bellamente que “al salir Jesús del agua, los cielos se rasgaron, el Espíritu descendió sobre él, se oyó una voz…” Un acontecimiento trascendente estaba sucediendo: otra epifanía, otra manifestación de Dios a la humanidad de todos los tiempos. El ciclo navideño no podía terminar de mejor manera: la encarnación es hasta el fondo: la cercanía salvadora de Dios se hace presente en la fila de los pecadores.

“Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”, escuchó Jesús y escucha quien es bautizado. ¿Puede haber voz más real y comprometedora? Cuando fuimos bautizados, al salir del agua, el cielo se rasgó, el Espíritu descendió y se oyó la voz de Dios Padre sobre nosotros.

Somos hijos amados y esto significa que Dios apuesta por sus hijos. Él no se ha arrepentido de tener sus complacencias en nosotros, de consentirnos, de caminar por las calles de la vida con nosotros. ¡Qué gran regalo es el bautismo! Ser bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo es esencial en tiempos de tormenta y/o de suave brisa.

Hemos iniciado el año 2021 con la confianza que nos da ser hijos amados; las epifanías de Dios en Belén y en el Jordán nos siguen mostrando la cercanía amorosa de Dios. La esperanza de una vida digna, sana, fraternal, solidaria es posible y factible en todo tiempo y lugar. Sólo se necesita que la fe sea y esté viva para que ilumine y transforme los recovecos oscuros de la vida. Entonces la esperanza se activará y dinamizará el amor que se va a expresar en lo cotidiano. Porque somos hijos amados existe y existirá siempre la posibilidad de llegar, sanos y salvos, a la plenitud de la vida.

La pandemia sigue dejando mucha gente herida en el camino. No sólo hemos perdido a personas amadas; también hay pérdidas de empleos, escuelas, ilusiones, proyectos, agendas… ¿Quién o quiénes van a echar andar la esperanza para una pronta, solidaria y justa recuperación? ¿Quién va a arreglar lo que anda mal en diversos campos de la vida? El bautizado no debe permitir que la indiferencia, el pesimismo, la negligencia, la corrupción… invadan las arterias y venas de la vida personal, familiar, social. Que se note que hay bautizados con las pilas bien cargadas de bondad y amor en tiempos pandémicos.
Los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




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