Discípulos, no fans

Seguir a Jesús es abrazar su proyecto de vida, asumir las tareas de su Reino…

La muerte de Celso Piña, El rebelde del acordeón, ha sido tema de conversación y reflexión; un servidor ha vuelto a escuchar su música. El ser humano, el artista, el buscador inquieto, el innovador son motivo de admiración.

El haber escalado desde su origen humilde nos enseña que los sueños se pueden cumplir por más difícil que sea el entorno… Sin embargo, es probable que sus fans vayan desapareciendo conforme transcurran los años.

El mundo está lleno de “fans” que admiran a otras personas por sus logros, carisma, una existencia más allá de lo común. Son capaces de recorrer kilómetros y gastar sus ahorros para oír cantar a su ídolo, ver jugar a un deportista o echar porras a su equipo favorito. Hay quien admira a grandes personas de la cultura o de las artes. También se admira a personas que entregan su vida hasta el extremo y son ejemplo de humanidad. En los últimos años hemos admirado a San Juan Pablo II y a Santa Teresa de Calcuta.

Artistas, deportistas, santos, poetas y estadistas pueden ser admirados. Pero, por más admirables que sean, la emoción se extingue poco a poco con el paso del tiempo. ¿Se animarán a seguir a quienes admiran? ¿Qué tanto influyen en su vida? Podrán seguir oyéndose las canciones, leyéndose los libros, recordándose anécdotas, pero… Una admiración sin seguimiento, con ser una experiencia interesante, no engendra vida nueva, no suscita la conversión, mucho menos un seguimiento radical hasta dar la vida.

Jesús, en el Evangelio proclamado el domingo, dice con claridad a sus discípulos que no busca fans sino seguidores a prueba de todas las pruebas; seguidores que pasen la evaluación del amor fiel y compasivo. Sus palabras suenan radicales: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a…” “Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. No se puede pensar en un seguimiento emocional, light, sin consecuencias. Seguir o no seguir; no hay términos medios. La mediocridad no debe entrar en la mochila del discípulo.

Seguir a Jesús es abrazar su proyecto de vida, asumir las tareas de su Reino… Es preferir a Jesús a cualquier otra persona o bienes temporales… Es dejarse elegir por Él, llamada personal, compromiso, abandono total, opción radical… En síntesis, el seguimiento tiene que ver con la orientación de los afectos fundamentales; la realidad cotidiana con sus sorpresas, sus cruces, sus alegrías; la renuncia a lo que consideramos nuestras riquezas… Es hacernos pobres, mansos y humildes, generosos y compasivos por su causa.

Jesús “necesita” seguidores de verdad para que su Reino se plante bien en los vaivenes de la vida y en las nuevas culturas. El seguidor es seguidor simplemente, sin geometrías políticas, sin intereses de fama, poder o dinero. El Evangelio precisa de seguidores, no de momentáneos y emocionados admiradores que cuando un discípulo falla dan media vuelta y se retiran.
Los bendigo en este mes, patrióticamente especial.

*Obispo de/en Zacatecas




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