Determinación y mística

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

*Dedicado al Maestro Manuel Montes García, en reconocimiento a su labor. Estar parado frente a la corriente de ese río caudaloso y muy ancho, generó sensaciones inolvidables como vulnerabilidad, impotencia, pequeñez y el temor amenazaba por convertirse en pánico. El Profe Cuco era originario de una comunidad del semidesierto y era la primera vez que … Leer más

*Dedicado al Maestro Manuel Montes García, en reconocimiento a su labor.

Estar parado frente a la corriente de ese río caudaloso y muy ancho, generó sensaciones inolvidables como vulnerabilidad, impotencia, pequeñez y el temor amenazaba por convertirse en pánico.

El Profe Cuco era originario de una comunidad del semidesierto y era la primera vez que se encontraba en esa situación. Estaba acostumbrado a ver matorrales, árboles pequeños, llano y diminutos lomeríos. Los últimos días iba aprendiendo y conociendo latitudes que sólo había visto en las películas.

Maletas abordo viajaba junto con sus compañeros de estudios hacia el poblado donde se incorporarían a trabajar como docentes de Educación Primaria, Manuel y Gonzalo. Éste estaba sereno y aquél era el experto por ser de una región más agreste que esos rumbos. Aparentaron ser inconmovibles ante el estruendo del agua, cuyo nivel crecía por la presencia de una tormenta en la sierra. Los rayos iluminaban el tétrico paisaje y los truenos intimidatorios multiplicaban el miedo interior.

El más versado y hábil entró al agua para cruzar el vado, sabía nadar desde niño y la exploración fue exitosa hasta la orilla de enfrente. Al regresar a dar noticia de la factibilidad del cruce a los otros, percibió un nivel superior del flujo del agua.
-“Podemos pasar, pero rápido, antes de que siga subiendo el caudal”.

A la luz de los relámpagos buscaron por dónde entrar, avanzaron venciendo turbaciones y titubeos entre la gélida corriente, cuyo impulso y fuerza hacía por llevarles.

Ignorando la incomodidad de estar mojados, cansados, con frío y revalorando estar a salvo, superado el obstáculo, el entusiasmo que usualmente existe en las personas cuando son jóvenes los envolvió.

En la rivera opuesta se diluyó el sentimiento de reclamo que pretendieron hacerle al operador del autobús destartalado que los dejó ahí e inconmovible regresó “dándoles el consejo” de seguir el camino que los llevaría a su destino.

A ninguno de ellos llegó el pensamiento de renunciar, dada la formación y convicciones adquiridas durante su proceso educativo. Sabían que el deber estaba por encima de la adversidad. Y como era de esperarse, pronto se involucraron en la dinámica formativa de la comunidad, atendiendo a la jornada académica por la mañana, realizando actividades adicionales por la tarde (reforzamiento académico, deporte, acciones culturales), por la noche alfabetizando adultos y asistiendo a las reuniones ejidales.

En la actualidad hay situaciones más favorables que antaño, en esos mismos contextos: vías de acceso, desarrollo social, colectividad, medios de transporte, nivel sociocultural, rapidez en las comunicaciones y lamentablemente la idea de claudicar en las nuevas generaciones, sigue presente acentuando el rezago en el medio rural. Sigue la deuda histórica en las poblaciones vulnerables.

Eventos de esta naturaleza se convierten en trofeo de batallas ganadas y en los encuentros con colegas son motivo de presunción pero lo más importante es que todo ello, junto con las vicisitudes superadas en su momento, acrisolan el aprecio y sentimiento de pertenencia hacia la profesión.




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