Cómo debemos enseñar a redactar en nuestras escuelas normales
Una de las claves más importantes es enseñar a los futuros profesores de nuestros hijos a equivocarse en la redacción, y aceptar esos errores como parte del proceso.
En la formación de todo profesionista deberíamos privilegiar la adecuada apropiación de la competencia escrita. Arquitecto, ingeniero, abogado, contador, vendedor… todos requerimos comunicarnos con eficacia e incluso persuasión.
Con mayor razón quienes estudian en una institución formadora de docentes deben no sólo dominar estas habilidades, sino también aprender a enseñarlas. Serán ellos, no olvidemos, quienes formarán en las aulas a nuestros hijos, nietos y generaciones sucesoras.
Todavía hace nueve años se impartía en el normalismo la asignatura “Producción de textos escritos”, con una segunda parte, “Producción de textos académicos”, como curso opcional. Algunos de quienes teníamos a nuestro cargo la primera buscábamos, sobre todo, propiciar dinámicas de redacción donde, entre otros aprendizajes de los formandos, se discriminara a la voz correctora de la creativa.
Identificar las partes de la oración, diferenciar frases y oraciones, reconocer funciones de adjetivos y adverbios, detectar errores sintácticos y vicios del lenguaje, saber utilizar con maestría los signos de puntuación, atender la Ortografía, aplicar concisión en los textos… son algunos de los aprendizajes que deben tener los docentes del país que esperamos.
¿Cómo debemos enseñar a redactar en nuestras escuelas formadoras de docentes? Una de las claves más importantes es enseñar a los futuros profesores de nuestros hijos a equivocarse en la redacción, y aceptar esos errores como parte del proceso. De hecho, no deberían borrarlos, sino dejarlos allí con dos objetivos: para que comprendan después cómo se dio el mecanismo de redacción final y para que no se olvide la expresión hasta entonces desafortunada, en caso de que se desande en lo redactado y deba recuperarse tal o tales palabras.
Si el estudiante debe crear su conocimiento, debe motivarse a la escritura en una dinámica no de prueba ni competencia, sino casi lúdica y autodidáctica: que el que aprende a escribir lo haga escribiendo, con la confianza de que su voz creativa puede equivocarse, y ello es necesario para generar material a la voz correctora y su exhaustiva labor.
¿Cómo debemos enseñar a redactar en nuestras escuelas formadoras de docentes? Recuperando lo mejor de nuestras gramáticas tradicionales para incorporar a ese conocimiento lo mejor de nuestra vanguardia tecnológica e interactiva. Debemos subsanar los huecos que al respecto mantiene nuestro sistema educativo mexicano, y a partir de esta recomposición buscar a los artesanos de las oraciones y párrafos, antes de que ellos, nuestros futuros profesores, decidan si se convertirán o no en artistas de los textos.