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Opinión

Bendito el que viene

Bendito el que viene

Sigifredo Noriega Barceló.

Con la celebración del Domingo pasado hemos iniciado la semana mayor y la etapa final de la cuaresma como preparación inmediata el misterio pascual.

Sigifredo Noriega
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16 de abril 2025

“Bendito el que viene en nombre del Señor” 

Lucas 19, 28-40

 

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

Lucas 22,14- 23,56

 

Iniciamos Semana Santa, año 2025.

Subimos con Jesús a Jerusalén, lo acompañamos y aclamamos con palmas y ramos diversos.

Escuchamos con especial empatía y devoción la pasión según san Lucas.

Hemos caminado con Él durante la Cuaresma del Año Jubilar.

A pesar de incertidumbres y miedos, salimos de casa a manifestar nuestra fe en procesiones festivas.

Nos encontramos en el templo con rostros conocidos y notamos algunas ausencias.

Jesús entra bien acompañado a la ciudad amada.

Termina solo, traicionado, abandonado.

Gloria y cruz, palmas y ‘crucifícales’.

Viene de enseñarnos la pasión de vivir por una causa sublime: cumplir la misión encomendada por su Padre.

En el dramático acontecimiento del Gólgota nos muestra, con creces, la pasión de morir por nuestra salvación.

“Todo está consumado”, grita desde la cruz.

La tierra y el velo del templo se abren para recibir al que llegó después del fatigoso camino de la entrega total.

Con la celebración del Domingo pasado hemos iniciado la semana mayor y la etapa final de la cuaresma como preparación inmediata el misterio pascual.

El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Mayor.

Entramos ya en la solemne celebración anual del Misterio Pascual.

Vivir y morir con pasión como Jesús es la gran lección de este domingo tan peculiar.

Jesús es el mejor maestro del morir y del vivir, del luchar hasta la última gota, del amar hasta la muerte, del perdonar desde las entrañas de la misericordia.

El mal no tiene la última palabra sobre el bien.

La muerte no tiene la última palabra sobre la vida.

Es nuestra fe proclamada, celebrada, testimoniada.

Por eso aclamamos con fuerza al Redentor.

Oremos confiadamente mientras lo aclamamos:

“Señor Jesús, cuando no podamos con el cáliz o con el de nuestros hermanos, envuélvenos en tu pasión de vivir y morir… Mas no se haga nuestra voluntad sino la tuya”.

Dejemos que Dios nos abrace desde las alturas de la

Cruz Gloriosa del Amor.

Les deseo una santa Semana Santa.

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