San Francisco de Asís, ejemplo de caridad y amor

Foto: cortesía
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San Francisco de Asís renunció a la riqueza para dedicar su vida a la predicación del evangelio de Cristo.

Guiado por el amor a Dios, la caridad, pobreza y la alegría, San Francisco de Asís renunció a la riqueza para dedicar su vida a la predicación del evangelio de Cristo mediante los franciscanos, la orden religiosa que fundó.

Del lujo a la pobreza

Durante su juventud, Francisco se dedicó a viajar y a disfrutar del dinero que tenía su familia, pues su padre fue un rico comerciante

Mientras tanto, en las ciudades de Perugia y Asís hubo fuertes enfrentamientos y Francisco fue hecho prisionero, al ser liberado enfermó gravemente y fortaleció su espiritualidad, por lo que al recuperarse se integró al Ejército.

Después de estar en batallas por algún tiempo dejó la milicia y regresó a su vida, pero su visión era otra, se dedicó a la oración, se deshizo de sus bienes, visitó enfermos, siempre daba limosna y regalaba sus ropas.

Luego, escuchó a una imagen de Jesucristo crucificado y le pidió que reparara su iglesia, ya que el edificio estaba en ruinas; para cumplir con la palabra de Cristo, Francisco vendió su caballo, así como la mercancía de la tienda de su padre para obtener dinero y comenzar con la reparación del templo de San Damián.

Mientras realizaba los trabajos pasó días enteros en ayuno, por lo que regresó a su casa desfigurado, pero su padre no apoyó su nuevo estilo de vida, así que lo golpeó y lo encerró, pero su madre lo liberó y Francisco escapó a San Damián.

Sin embargo, su padre no lo aceptó, lo buscó y nuevamente descargó su enojo contra él con golpes y le hizo decidir entre su herencia y su estilo de vida, pero Francisco no lo dudó y renunció a todo, ya que él pertenecía a Dios y a los pobres.

Su padre tampoco aceptó esa respuesta por lo que lo llevó frente al obispo de Asís, quien le recomendó regresar a su padre, a su dinero y a confiar en Dios, pero Francisco, le regresó toda su ropa y el Obispo le regaló un vestido viejo de labrador y fue lo único que portó.

Durante mucho tiempo, Francisco trabajo para juntar lo necesario y establecerse en un sitio, luego le regalaron una túnica, sandalias y un cinturón que usó por otros dos años.

Una vez que concluyó las obras de remodelación en San Damián, acudió a San Pedro, también para repararla; luego se fue a una capillita llamada Porciúncula, un sitio lejano y tranquilo para él.

Los inicios de su orden

Comenzó a compartir con la gente la palabra de Dios y sus palabras fueron aceptadas por mucha gente, Dios le concedió el don de la profecía y los milagros.

Posteriormente mucha gente lo siguió; su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle, un hombre con mucho dinero que vendió todo y lo dio a los pobres, luego llegó Pedro de Cattaneo y así continuaron sus seguidores.

Para 1212 el abad regaló a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden, San Francisco decidió llamarlos frailes menores, para que siempre conservaran la humildad.

Aun con todo el trabajo realizado por San Francisco, se le consideraba indigno del sacerdocio, por lo que solo llegó a recibir el diaconado.

Los primeros tres años de la orden se basaron en completo trabajo, en la pobreza y la caridad; la orden se caracterizó por su capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos.

Tiempo después, una mujer, Santa Clara, escuchó a Asís predicar y lo siguió y surgió la segunda orden de San Francisco, Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara.

La orden creció más allá de Los Alpes, tenían misiones en España, Hungría y Alemania, la gente era mucha y necesitaban más organización, algunos miembros no estuvieron de acuerdo en no tener bienes, aunque ese era el inicio de todo.

Los estigmas

Fue en 1224 que se retiró al Monte Alvernia y construyó a una pequeña celda, acompañado por el hermano León; fue ahí donde sucedió el milagro de los estigmas, donde quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco; tiempo después bajó del monte y comenzó a curar a los enfermos.

Su salud comenzó a deteriorarse y por ello dejó un testamento en el que recomendaba a los hermanos evitar la ociosidad y dar siempre un buen testimonio.

¡Bienvenida, hermana muerte!, dijo San Francisco a días de fallecer, así que pidió que lo llevaran a Porciúncula, finalmente murió el 3 de octubre de 1226, esto después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan y lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge, en Asís San Francisco de Asís enseñó a vivir la virtud de la humildad, a tener un corazón alegre y humilde y a aceptar la voluntad de Dios.

Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre, ya que veía la grandeza de Dios en la naturaleza.
Por su radical conversión, su forma de predicar el evangelio a lo largo de los años, muchos creyentes lo siguen.

En Zacatecas son muchas zonas en las que lo veneran cada 4 de octubre: Sombrerete, Huanusco, Juchipila, Nochistlán, Luis Moya, así como en barrios y comunidades a lo largo de todo el territorio estatal, además del convento de Guadalupe, en todos estos lugares y más en el estado habrá celebración este viernes.