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Paloma y su fortaleza luego de estar en 15 cárceles de Estados Unidos

Paloma y su fortaleza luego de estar en 15 cárceles de Estados Unidos

Paloma Torres Rodríguez,

La jerezana enfrentó una vida difícil en Estados Unidos.

Silvia Vanegas
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9 de marzo 2021

JEREZ.- “Yo sólo quería trabajar”, recordó Paloma Torres Rodríguez, con la voz entrecortada, las 15 cárceles donde estuvo presa en Estados Unidos, separada de sus hijos.

Paloma tenía una vida tranquila en su natal Jerez, pese a una relación sentimental fallida en la que dio a luz a una niña, pues tenía el cariño y apoyo de su madre, Celia Rodríguez.

Recordó con nostalgia como era estar con su madre, “a mi no me faltaba trabajo, comida y sobre todo amor”; sin embargo, todo cambió cuando Celia falleció.

Paloma se quedó sola a cargo de su pequeña hija y un hermano menor; en total abandono, sin trabajo ni techo.

A pesar de que su padre vivía, no tuvo su apoyo y protección, por lo que todo cambio con esa gran perdida.

La joven aprovecho que tenía Visa para cruzar la frontera con Estados Unidos con su hija y después a su hermano.

De inmediato comenzó a trabajar y años más tarde conoció a un hombre con quien se casó y procreó dos hijos.

Ambos tenían un salario digno que les permitió comprar una casa, carro, tener vacaciones y una vida cómoda en la que sacar a sus hijos adelante y darles una vida tranquila era todo su sueño.

Transcurrieron 18 años en su mundo lleno de esperanza y, recuerda que “mi vida fue muy bonita, éramos muy unidos en la familia, las reuniones, el trabajo, todo estaba perfecto”.

Se destruye el sueño de Paloma

Una mañana llegaron los agentes de inmigración hasta la planta en la que Paloma trabajaba y descubrieron que era indocumentada; además, los papeles con los que laboraba eran de otra persona.

Nunca imaginó que esto ocurriría, no podía avisar a su familia, no sabía que sería de su suerte o si vería nuevamente  a sus hijos.

Narra que vivía en una celda pequeña que compartía con dos mujeres; además, todos los días le daban de comer jamón molido y agua sin azúcar.

En una cárcel de Dakota permaneció 3 meses, periodo en el que esperó su sentencia de 14 meses, pero le dijeron que si la mandaban a otra cárcel la reducirían, por lo que acepto.

Sin embargo, la trasladaban constantemente hasta que cayó en depresión, dejó de comer y perdía la conciencia continuamente.

Finalmente, fue llevada una cárcel de Nebraska, donde comenzó a reunir nuevamente fuerzas y a trabajar limpiando la clínica, planchando ropa de las otras internas, aprendiendo a hacer trenzas y depilaciones, todo en espera de su libertad.

Siempre tenía a su lado una mochila lista con sus cosas para el día que la llamaran, pero este parecía no llegar nunca y sus días transcurrían conviviendo con otras internas a las que temía y quienes la veían con extrañeza, pues los delitos que ahí se purgaban eran homicidios y venta de droga.

Ella no tenía tatuajes y su aspecto era distinto al de sus compañeras, por lo que le preguntaban “¿por qué estás aquí?” y respondía llorando “por trabajar, yo solo quería trabajar y me agarraron por los papeles”.

Cuando llegó el día tan esperado, le llamaron y la llevaron a un aeropuerto pequeño, pero no le permitieron sacar de la prisión el dinero que ganó ahí dentro y no tenía otra ropa que el uniforme.

Recuerda que el avión era grande y se llenó, pero todos los deportados eran hombres, todos estaban esposados de pies y manos.

Continúa la pesadilla en su tierra natal

El avión los dejó en la frontera de Laredo y así nuevamente se encontró sin dinero, sin un teléfono y sin conocer a nadie.

Por fortuna, una mujer en una tienda le permitió llamar a su familia para que la mandaran dinero y le ayudó a recibirlo.

Esa noche permaneció en la central de autobuses hasta que llegó la unidad que la trasladó a Zacatecas, donde un familiar la recogió y  la llevó a su casa para que se bañara y cambiara de ropa.

Lo primero que hizo fue buscar trabajo y comenzó a limpiar casas y a vender quesos en las calles, ganando solamente 100 pesos al día cuando su salario en EU era de mil 400 dólares por semana; aún así, pidió a su esposo que trasladara a sus hijos a México.

Su esposo, quien también era indocumentado, vendió la casa, los muebles y todo el patrimonio que lograron con esfuerzo, pero al llegar a Jerez, el matrimonio se fracturó, ya que él no superó el ganar mil pesos a la semana.

Así nuevamente Paloma se vio sola, pero su lema es “no debe uno doblarse y menos cuando tiene hijos”.

Actualmente, trabaja como agente financiera y en la limpieza de hoteles, ya que su sueño es tener salud y que sus hijos tengan una profesión.

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