Dinámica del tiempo

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Dedicado con especial reverencia a mi madre, la señora Ma. del Refugio Martínez Rodríguez. De cuna muy humilde en el medio rural, donde la principal actividad económica estaba a cargo de los jefes de familia en la agricultura de temporal, como obreros en la minería por periodos cortos y eventualmente pastoreando ganado caprino a cambio … Leer más

Dedicado con especial reverencia a mi madre, la señora Ma. del Refugio Martínez Rodríguez.

De cuna muy humilde en el medio rural, donde la principal actividad económica estaba a cargo de los jefes de familia en la agricultura de temporal, como obreros en la minería por periodos cortos y eventualmente pastoreando ganado caprino a cambio de un pago en especie (leche, queso, requesón o alguna pieza de cabrito).

Las opciones para las mujeres: trabajo doméstico, partera-curandera o lavar ropa ajena sin más fuerza que la de sus propios brazos (era implícito el acarreo de agua sobre la cabeza desde la noria o del estanque), hervir jabón en la chimenea, preparar el almidón para puños y cuellos de las camisas; desarrugar la ropa con la plancha calentada en el fogón.

El mundo pareció derrumbarse al fallecer su mamá, a quien acompañó hasta el último halo de vida, con una enfermedad que la ciencia de su tiempo no pudo resolver. Quedó soltera y a cargo de un hijo de su hermana, quien había muerto en el parto siete años atrás.

La sucesión de tragedias inició con el deceso de su papá, quien pereció en un accidente en la carreta, camino a la parcela. Un vecino fue a avisar que estaba tirado en el camino. La explicación fue que la yunta de bueyes se encabritó ante la presencia de una víbora de cascabel, cayendo por la parte delantera del pescante, donde las pesadas ruedas de fierro fracturaron las costillas.

El segundo evento de pérdida familiar, sucedió con una de sus hermanas quien murió al dar a luz, dejando un bebé en la vulnerabilidad.

Su soltería se debió a que debía unir esfuerzos con su madre para criar a su sobrino, en un primer momento, luego atender las enfermedades que se vinieron en cascada a su progenitora, a quien acompañó hasta el último minuto. En aquella época el matrimonio llegaba entre los catorce y dieciséis años de edad. Ella estaba arribando a los treinta y conforme a las costumbres de su época podía considerarse como “una mujer quedada”.

A cualquier madre le causa conflicto aceptar la forma de vida de sus hijas al llegar a la adolescencia o juventud, pues el único referente conocido es el propio.

La dinámica en su tiempo el lapso para contraer nupcias era a temprana edad, en sus herederas se presentó poco después de los 20. En algunas de sus nietas, a los 30 aún no aparece; porque la vida presenta otras posibilidades de realización personal como trabajar fuera de casa, estudiar alguna profesión.

La brecha generacional es difícil de disminuir porque en las últimas décadas el mundo ha cambiado con una rapidez complicado de asimilar por las personas mayores.

En todas las épocas ha existido la necesidad de preparar a las futuras madres y padres hacia la paternidad. Hoy, entre muchas otras cuestiones, la sociedad reconfigura los conceptos de felicidad, realización personal, matrimonio, convivencia, entre otros. Los desafíos se incrementan e implican formación.

 *Director de Educación Básica Federalizada [email protected]




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