Aprender a trabajar

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Voy a la tienda, ¿alguien necesita algo?” Dijo el padre a la familia, sabiendo que los domingos por la tarde, preparándose para el inicio de la semana, eventualmente recordaban lo que habían olvidado. “Le encargo el periódico, papá”, comentó la hija. Contrariado el progenitor por la extraña petición, pues la única ocasión que le vio … Leer más

Voy a la tienda, ¿alguien necesita algo?” Dijo el padre a la familia, sabiendo que los domingos por la tarde, preparándose para el inicio de la semana, eventualmente recordaban lo que habían olvidado. “Le encargo el periódico, papá”, comentó la hija.

Contrariado el progenitor por la extraña petición, pues la única ocasión que le vio uno en las manos fue cuando hacía una tarea de primaria, para conocer las partes que lo constituían.

-“¿Cuál te traigo?”
-“Cualquiera”, fue la respuesta.
Al regreso hizo la pregunta:
-“¿Para qué lo quieres?”.

La muchacha, los ojos atentos a las hojas que pasaba con cierta rapidez, exclamó: “Para buscar trabajo”.
Una leve sonrisa de descalificación apareció en la cara del señor, pero recomponiendo su actitud y en tono que delataba preocupación cuestionó “¿Tienes algún gasto que hacer y no me has dicho?”
– “No, todo bien”, fue la respuesta.
– “¿Entonces?”
– “Necesito aprender a trabajar”.
– “De seguro algo te falta y no te animas a decírmelo”.

La joven, dejando a un lado las hojas, expuso…
“Usted le dijo una vez a mi hermano que necesitaba aprender a trabajar y en unas vacaciones lo mandó a ocuparse como dependiente en una tienda de abarrotes. Yo también necesito aprenderlo”.
Era cierto. Como era docente, también recordó las múltiples ocasiones en que recomendó a sus alumnos que al menos deberían conocer el oficio de sus padres, porque ello representaría siempre la posibilidad de sobrevivir ante situaciones adversas, pero aplicarlo a los hijos era muy diferente.
”¿Qué va a pasar con tus estudios?”, hizo la pregunta con angustia en su pensamiento, temiendo el riesgo de deserción.
– “Voy a seguir, conseguiré un empleo de medio tiempo”, replicó.

La probabilidad era remota en aquel contexto. Y sin embargo lo consiguió. Asistía a sus clases universitarias de lunes a viernes por la mañana y de las 4 a las 9 de la tarde era empleada.

El padre también temía que fuera a engolosinarse o ser atrapada por la fuerza de la tentación de ganar dinero, como había sucedido en incontables muchachos de diversas generaciones.

Adquirió varios aprendizajes: organizar sus horarios de actividades escolares y personales; disciplina para realizar sus tareas; mayor desenvolvimiento social por el trato a los clientes del establecimiento; hacer informes diarios de la actividad realizada; adquirió sensibilidad hacia la administración; conoció los pormenores del comercio y se relacionó con colegas y jefes.

Lamentablemente nuestro país todavía adolece de una organización en la que se permita laborar a los estudiantes en fines de semana o periodos vacacionales, lo cual les coloca en posición de desventaja en su formación integral, quienes prácticamente el único contacto con el sector laboral lo tienen cuando realizan el Servicio Social.

La producción de “generales de espada virgen” está en boga en la mayoría de las Universidades. Sus egresados prefieren seguir estudiando (posgrados) que ejercer la carrera, postergando el conocimiento sobre los ambientes de trabajo.

*Director de Educación Básica Federalizada




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