Educar la mente para ser feliz

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

A través de la educación podemos cambiar nuestra manera de pensar. Podemos sacudir la estrechez de pre juzgar y abrir los ojos. Toda institucion educativa que enseñe valores, así  como las religiones deberían ser capaces de ayudar, ya que su mensaje común es el amor, el perdón, la tolerancia y la auto disciplina. Pero cuando … Leer más

A través de la educación podemos cambiar nuestra manera de pensar. Podemos sacudir la estrechez de pre juzgar y abrir los ojos. Toda institucion educativa que enseñe valores, así  como las religiones deberían ser capaces de ayudar, ya que su mensaje común es el amor, el perdón, la tolerancia y la auto disciplina. Pero cuando se mata en nombre de la religión, la religión no solo parece ser irrelevante, sino también peligrosa.

En el pasado, las personas solo se relacionaban con sus comunidades locales, incluso cuando un familiar se iba a Estados Unidos a trabajar, pasaban meses para tener noticias de él, pero en el siglo XXI la tecnología, la economía moderna y la amenaza del cambio climático han reducido la importancia de las fronteras nacionales. Hoy en día, los 7 mil millones de seres humanos formamos parte de “nosotros”. Centrarnos sólo en nuestros propios intereses nos lleva a la miseria, y cultivar la preocupación por los demás nos hace felices a todos.

Las diferencias de religión, nacionalidad o color son secundarias. Tales distinciones son irrelevantes cuando nacemos. Todos queremos la felicidad y buscamos evitar el sufrimiento. Somos iguales en tener derecho a una vida pacífica y feliz.Tenemos un objetivo común: crear un mundo más feliz. Lo que me da esperanza es que si profundizamos en cómo funcionan nuestras emociones, nos damos cuenta de que el apego y el odio dependen de una concepción errónea de la realidad. Podemos evaluarlos, sopesando sus ventajas y desventajas. Necesitamos usar nuestra inteligencia para regular esas emociones, esa es la educación.

Mahatma Gandhi asistió a la Segunda Mesa Redonda en Londres y un sacerdote cristiano le leyó un versículo de la Biblia que decía que debemos amar a nuestros enemigos como a nuestros vecinos. Gandhi se quedó callado y el sacerdote repitió lo que había dicho. Presionado para responder, el Mahatma le dijo: “La dificultad para mí es que no tengo enemigo. La gran compasión no se trata de preocuparse por un grupo u otro, sino de extender la compasión a todos los seres”.

La preocupación por nuestro propio bienestar es la base para llegar a los demás porque todos deseamos ser felices al igual que ellos. Una de las vías para encontrar esperanza en el sufrimiento es la solidaridad con los demás, como la preocupación por la justicia social. Cuando se tiene la voluntad de mantener una comunidad ética y con valores, se vive en solidaridad con los demás y te preocupas lo suficiente como para defender la justicia. Esto ofrece la posibilidad de llegar a otros.

Es necesario un reconocimiento fundamental de la igualdad de uno mismo con los demás. La ira, la sospecha y los celos perturban nuestras mentes, yeEl antídoto a estas emociones es cultivar la paciencia y la tolerancia. ¿Quién nos da la oportunidad de desarrollarla? Aquel al que llamamos nuestro enemigo. Por lo tanto, podemos verlo como un maestro.




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