La muerte de Don Miguel Hidalgo

Siempre que veo una placa conmemorativa en algún muro de la Ciudad de Zacatecas me detengo para leer su contenido y, en ocasiones, para tomar alguna fotografía de este tipo de testimonios de nuestro pasado histórico (cuando creo que las características o información de las placas así lo ameritan).  En una ocasión, cuando iba caminando … Leer más

Siempre que veo una placa conmemorativa en algún muro de la Ciudad de Zacatecas me detengo para leer su contenido y, en ocasiones, para tomar alguna fotografía de este tipo de testimonios de nuestro pasado histórico (cuando creo que las características o información de las placas así lo ameritan). 

En una ocasión, cuando iba caminando por la acera poniente de la Avenida Hidalgo, me di cuenta de que en la fachada de una vieja casona estaba una piedra que tenía una inscripción. Llamó mi atención porque expresaba que en ese edificio había estado alojada la cabeza del cura Miguel Hidalgo. Después de leer el contenido de la placa conmemorativa traté de imaginar las circunstancias que hicieron posible que la cabeza del padre Hidalgo llegara a Zacatecas a finales de agosto de 1811. 

Después de varios años llegó a mis manos una información valiosa e interesante que describe los últimos momentos de vida del párroco de la iglesia de Dolores, Guanajuato, la misma que hoy comparto con usted.

No está demás recordar un par de datos del personaje, consulté el acta de bautismo que custodia el Archivo General de la Nación (Historia 257, volumen 592, expediente único), donde se menciona que nació en Corralejo, Guanajuato. El manuscrito hace constar que el 16 de mayo de 1753 el bachiller don Agustín Salazar bautizó a un niño de ocho días de nacido con el nombre de Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla y Gallaga, quien murió fusilado el 30 de julio de 1811 en la Ciudad de Chihuahua. Fue un sacerdote que participó y encabezó la primera etapa del Movimiento de Independencia de México (1810-1811), y comenzó con la arenga que levantó a los habitantes del pueblo de Dolores, Guanajuato la madrugada del 16 de septiembre de 1810
Realizó una intensa campaña entre 1810 y 1811. Y en el famoso Puente de Calderón, cerca de Guadalajara, las tropas insurgentes que él comandaba sufrieron una terrible derrota. Por esta razón Hidalgo y otros caudillos de la insurgencia decidieron retirarse a los Estados Unidos para conseguir  fondos y continuar con el movimiento. Cruzaron por territorio zacatecano y el día 21 de marzo de 1811, al llegar a Acatita de Baján, fueron capturados por el militar Ignacio Elizondo. 

El 26 de junio, tras un juicio, fueron fusilados Allende, Aldama y Jiménez. A Hidalgo lo ejecutaron después. Llegado el 30 de julio de 1811 sus verdugos fueron por él a su celda, lo condujeron al patio y sentado sobre una silla fue fusilado. Un personaje conocido como Pedro Armendáriz recogió los últimos momentos de Hidalgo, dice que cuando el señor cura de Dolores llegó a Chihuahua se le puso preso en el cuartito número uno del hospital con toda la seguridad necesaria. Afirma que el detenido se confesaba a menudo: “hasta que llegó el día horroroso, en que hallándose en otro calabozo se sacó para ser degradado”. En ese lugar sufrió el proceso de degradación porque sin ello no lo podían ejecutar ya que era sacerdote. Después del momento desagradable el reo fue devuelto a su celda. 

Después de haber acabado con la vida del prisionero lo sacaron a la plaza pública del hospital. Sus verdugos colocaron una mesa a la derecha de la entrada principal y sobre ella dispusieron una silla donde sentaron el cuerpo del ejecutado para que lo viera el público. Acto seguido hicieron exactamente lo contrario de lo que el padre Hidalgo había solicitado en vida: que tras su muerte no le cortaran la cabeza; lo decapitaron. Salaron su cabeza para evitar su rápida descomposición, mientras le daban cristiana sepultura al resto del cuerpo en la capilla de San Antonio del convento franciscano que había en la villa de Chihuahua.

El 5 de agosto de 1811 Manuel de Salcedo le remitió un oficio al virrey Calleja por el que le informaba de los detalles de la ejecución de Hidalgo. El mismo día le remitió otro con el mismo fin al intendente de Zacatecas, misiva que iba acompañada de la cabeza del “ex cura de Dolores”, misma que permaneció en esta ciudad del 20 de agosto al 5 de septiembre de ese mismo año. Después del 5 de septiembre esta parte del cuerpo del padre Hidalgo siguió su recorrido hasta llegar a la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato donde permaneció colgada en una jaula durante diez años, es decir, hasta el año de 1821 cuando terminó la Guerra de Independencia.

Imagen Zacatecas – Manuel González Ramírez




Más noticias


Contenido Patrocinado