El secreto de la pasión y la cruz del señor Jesús

Hermanos: Hemos venido en procesión solemne con nuestras palmas en nuestras manos, símbolo de nuestra comunión con Jesús, para alabarlo con alegría y exaltarlo como el Hijo de Dios y que como hombre también, ha sido reconocido como Señor y Rey, antes de asumir su pasión y su muerte en cruz. En esta homilía, los … Leer más

Hermanos: Hemos venido en procesión solemne con nuestras palmas en nuestras manos, símbolo de nuestra comunión con Jesús, para alabarlo con alegría y exaltarlo como el Hijo de Dios y que como hombre también, ha sido reconocido como Señor y Rey, antes de asumir su pasión y su muerte en cruz.

En esta homilía, los invito para que con fe viva y con la gracia divina, penetremos en el secreto de la pasión y de la cruz, como altar de sacrificio en la manifestación de la liberación que Jesús con amor divino y humano, nos ha otorgado para redimirnos de todo pecado y darnos una vida plena con su gloriosa resurrección de entre los muertos.

El secreto de la pasión y la cruz de Jesucristo

La exaltación de Jesús sentado en un burrito con los cantos y gritos de júbilo de la muchedumbre que lo acompañó en su entrada a Jerusalén, pronto desemboca en su pasión y muerte en la cruz.

Jesús entra en Jerusalén, como rey mesiánico, humilde, pacífico, en actitud de servicio, entrega e inmolación y no de poder temporal. (1ª Lect.). y camina hacia su pasión y humillación que expresa el himno de la cristiandad primera, tal como nos lo trasmite San Pablo (2ª Lect.).

Aun siendo Dios, Cristo se rebajó hasta someterse a una muerte ignominiosa de cruz, por eso el Padre lo glorificó por encima de todas las cosas del cielo y de la tierra. Su abajamiento le mereció la gloria de su resurrección, un nombre sublime y la adoración del universo entero como Señor, creador y dueño de todo lo que ha existido, existe y existirá.

En la pasión de Cristo se cumplió el repetido anuncio que Él hizo a sus discípulos y apóstoles, sobre su muerte violenta en Jerusalén en manos de sus enemigos que tanto lo odiaron y rechazaron. Y aquí nos asalta una pregunta fundamental: ¿Porqué tenía que suceder así?.

La respuesta más profunda y válida solamente Dios puede darla, desde el misterio de su saber infinito e inabarcable.

Aquí es donde estamos pisando el terreno insondable del designio divino en su Amor por todos los hombres hechos a su imagen y semejanza y como proyecto eterno y antecedente, de redención realizado en Cristo y con la infinita efusión del Espíritu Santo.

La pasión y la cruz, revelación de amor

Desde nuestra fe que ahora nos ayuda a celebrar el Triduo Pascual de esta Semana Santa, Dios nos revela y hace entender, que la pasión y su plenitud al morir Jesús en la cruz, son manifestaciones como fuentes de vida y de liberación total, que el Padre eterno ha realizado en, por y con Cristo.

Para concluir esta homilía, decimos: el misterio de la pasión y de la cruz en la vida de Jesús, y por lo tanto la nuestra, es revelación cumbre altísima de amor, y de ninguna manera consagración del dolor y del sufrimiento que no son fines en sí mismos, sino los medios eficaces para manifestar y dar amor sin límites y condiciones.

Pues nadie tiene más amor que dar la vida por los que Cristo ama y nos participa para que también con Él amemos a nuestros prójimos, incluso a nuestros enemigos perdonándolos como Él  los ha amado y por esto mismo pudo mandarnos y al mismo tiempo capacitarnos para que seamos heraldos y benefactores de amor sin fronteras y concluimos con las siguientes palabras:

El amor que testimonian la pasión y la cruz de Jesucristo, es la única fuerza insospechada y capaz de cambiar el mundo, si los que nos reconocemos y decimos que somos discípulos suyos, seguimos amorosamente su magnífico ejemplo, que brilla en medio de la oscuridad del dolor y la muerte, para dar vida perfecta e inabarcable, mientras peregrinos vamos por el camino de nuestras vidas selladas por el bautismo, con Jesús, padeciendo y muriendo en nuestras cruces hasta alcanzar la gloria perfecta de su resurrección.

Obispo emérito de Zacatecas

Imagen Zacatecas – Fernando Mario Chávez Ruvalcaba




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