Era de obscuridad

Es esta una era complicada, una era de obscuridad. Se trata de una era en la que es mejor no abrir ciertas puertas porque lo que hay del otro lado generalmente no es bueno para nadie. Vivimos una era en la que nuestras propias autoridades nos ocultan la verdad sobre muchos asuntos que son de … Leer más

Es esta una era complicada, una era de obscuridad. Se trata de una era en la que es mejor no abrir ciertas puertas porque lo que hay del otro lado generalmente no es bueno para nadie.
Vivimos una era en la que nuestras propias autoridades nos ocultan la verdad sobre muchos asuntos que son de interés común y que han decidido mantener velados “por nuestro bien”, para que creamos que podemos vivir en paz nuestras vidas, y que cuando alguien, por ejemplo, un periodista, comienza apenas a levantar la piedra, sale el alacrán y lo hiere de muerte.
Piénsalo bien antes de entrar a esa habitación y encender la luz.
En esta era de obscuridad se privilegia tanto a las minorías con ideologías torcidas que las excepciones al orden natural de las cosas terminan por convertirse en la regla y, después, hasta en imposición obligatoria, negando completamente toda objeción de conciencia y considerando infractor a quien se pronuncie en contra. La muerte de otro se adquiere como un legítimo derecho bajo el sustento de que “cada quien hace con su cuerpo lo que quiere”.
Las tinieblas favorecen el caos, el desorden, la inmoralidad y la perversidad. “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Hasta en nuestra naturaleza está obrar aquello que nuestra conciencia nos reclama como que no está bien “en lo obscurito”, “por debajo de la mesa”, “donde no nos vean”, “ese será nuestro secreto”…
Mantener a un sector de la población en la ignorancia es dejarlo en la obscuridad; encubrir a un delincuente, sea de cuello blanco o del fuero común, es apagar la luz de la justicia; ocultar información, no decir toda la verdad, omitir ciertos detalles para no aparentar incompetencia es sumergirse en las sombras; enseñar a nuestros hijos a creerse superiores a los otros y consentirles, más aún, aplaudirles conductas altaneras, arrogantes y soberbias equivale a inducirles a vivir lejos de la luz.
No hay que tenerle miedo a la verdad, a la luz, aunque parezca que ciega nuestros ojos. Sólo cosas buenas pueden provenir de ella y el bien es algo que todos buscamos. Huyamos de la obscuridad, es una arena movediza que hunde cada vez más.

 

Imagen Zacatecas – Juan Carlos Ramos León




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