Reforma electoral pendiente

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

No debe ser la incapacidad económica ni la ingenuidad lo que motive el repudio al despilfarro en elecciones.

¿Cómo se gestó el modelo electoral que hizo del dinero la herramienta decisiva de la política? La oligarquía se hizo del control de la vida pública normalizando el derroche en campañas electorales despolitizando a la ciudadanía al desterrar de las elecciones el examen de fondo, las ideas para solucionar problemas comunes, la trayectoria ética de los demandantes de voto.  

No debe ser la incapacidad económica ni la ingenuidad lo que motive el repudio al despilfarro en elecciones, la legitima razón por la cual debemos promover la austeridad en el gasto electoral es que solo de ese modo la democracia será de verdad.

La ostentosidad en la promoción ha generado reformas encaminadas a limitarla, siendo la iniciativa del presidente López Obrador diseñada por Pablo Gómez y Horacio Duarte la propuesta más acabada al respecto cuando propone la cancelación del dinero a partidos políticos en años no electorales para que estos vivan de las cuotas de sus miembros.

La historia electoral registra que los gastos que muchos suelen gastar en campaña varias veces más que la suma de todos sus ingresos que recibirá por el cargo público buscado en un país en que los políticos proceden de la clase media baja en forma absolutamente mayoritaria.

Las fuentes de financiamiento han sido los impuestos de los contribuyentes entregados por quienes administran recursos públicos con “moral relajada” y los que invierten para después cobrar con creces los patrocinios, lo que ha convertido al modelo electoral sustentado en el derroche en el motor más potente y persistente de la corrupción en México.

Siendo un convencido de la continuidad de la cuarta transformación pienso que ésta no será irreversible si no aterriza en un cambio del modelo electoral en el sentido que lo prefiguró la iniciativa presidencia lamentablemente no atendida y que deberá retomarse si se concreta el” Plan C” (Mayoría calificada en el poder legislativo)

¿Cómo empezó el desorden?

Un subproducto indeseado de la revolución armada fue el cacique revolucionario, su papel se volvió imprescindible para el sistema presidencialista, su capacidad de subordinar la región que dominaba a los dictados del centro lo hizo pieza clave de la política electoral, Maximino Ávila Camacho en Puebla y Gonzalo N Santos en San Luis Potosí son ejemplos acabados.

Las comelitonas se convirtieron en el modo de mostrar músculo, alrededor de las chicharronadas, los caciques congregaban a las figuras políticas a las que favorecía con su trato publico frente a humildes congregados al banquete para que a cambio de satisfacer el apetito y “entonarse” con la bebida que no podía faltar propaguen las “señales” de quienes son los “buenos”.

La nominación del Francisco E. García para suceder a Minero Roque se concretó saboreando los ricos chicharrones de la buena sazón de don Antonio Borrego en la casa grande de la hacienda de Trancoso, habían sido convocados los de más confianza, las cosas resultaron como se planearon porque la fuerza de Reynoso era tan funcional al régimen como la de Gonzáles Gallo en Jalisco o el alazán tostado en San Luis Potosí.

El moderno acarreo es sumamente costoso en transporte, pago de “operadores” y reparto de despensas o dinero en efectivo para los que van a “hacer bola” para aparentar músculo, es la única forma de congregar gente cuando no hay propuesta, credo político y valores.

Las campañas electorales debieran ser ejercicios de pedagogía política. Lamentablemente, solo mediante debates tenemos oportunidad de medir a los aspirantes a cargos de elección popular siempre y cuando el formato y el moderador lo propicien, lo demás es propaganda sin mensaje. El daño cultural que ocasionan las campañas de marketing político solo se revertirá fomentando el modelo en donde trayectorias y propuestas sean los elementos a valorar.

Reforma electoral urgente

Apenas hoy 20 de noviembre empieza la temporada de precampañas en el plano federal y ya se mostró la tradición derrochadora pero también la creciente crítica a la misma, lo que significa que la revolución de las conciencias entra a un área decisiva, a la de cuestionar el modelo electoral sin contenido, abundante en costosas formas de manipulación, de ser así el terreno está preparado para que durante el próximo sexenio cristalice la reforma electoral que  anule el poder del dinero en la vida pública.

La iniciativa del presidente López Obrador marca el camino al condicionar a los partidos a vivir de las cuotas de sus miembros, y aunado a eso, una ley de partidos que democratice sus decisiones y garantice el uso honesto de los dineros partidistas procedentes del erario o de las cuotas de las militancias.

El modelo electoral basado en el dinero es causa y consecuencia de la corrupción que todos decimos combatir.

La austeridad es la solución. 

Nos encontramos el jueves en Recreo  

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