
José Luis Medina Lizalde.
En días recientes la atención pública local la acaparó la pretensión de erigir el museo a la corrupción en un edificio que alberga un bachillerato militarizado.
La clase gobernante en Zacatecas está pulverizada, su capacidad de conducción muy entredicho por las disputas sin sentido positivo entre equipos sexenales.
No son pugnas ideológicas, son pleitos por el “privilegio de mandar”.
La visión que gobernó el país de Miguel de la Madrid a Peña Nieto perdió la guerra, quedan remanentes cuya precaria existencia se mantendrá mientras no aparezca una oposición con programa. El regreso de lo que se fue ya no convence ni a los que lo predican a falta de propuesta alternativa.
Ha nacido una intensa y saludable presión ciudadana a favor de la austeridad en el oficio de gobernar y de repudio a las diversas modalidades de corrupción. Estamos en curso de un cambio cultural que volverá costumbre la honrosa medianía en el ejercicio público, pero aún queda mucho por hacer en un país que tan solo en el poder judicial se reporta la existencia de 2377 juzgadores y personal directivo que cobra salario violando el artículo 127 de la Constitución de la República que establece que nadie podrá tener un salario superior al de quién ocupe la presidencia, falta además sacar la basura acumulada en muchas esferas administrativas en estados y municipios que aún no han sido tocados por los vientos de la transformación.
Así mismo se multiplica el costo político que un gobernante municipal o estatal tiene que pagar si reprime a sus gobernados cuando expresan sus inconformidades, los autoritarios no tienen entorno favorable, los corruptos que se aferran a privilegios repudiados tampoco, no importa el partido al que pertenezcan.
En días recientes la atención pública local la acaparó la pretensión de erigir el museo a la corrupción en un edificio que alberga un bachillerato militarizado.
La corrupción no es pasado sino presente indeseado, erigir un museo solo se vale como acicate de la conciencia para enfrentarla.
No es atribuible solamente a un partido, mucho menos a una sola persona, quien así razona es parte del problema, no de la solución.
Entrados en gastos, sería un buen ejercicio que la ciudadanía sea convocada a aportar ideas de los que debe formar parte de tan polémico espacio.
Enseguida algunas modestas sugerencias.
Colección de denuncias nunca desmentidas, solo dejadas pasar, tendremos una colección de escándalos cuyo estruendo no alcanzó ni para interrumpir la carrera política de los señalados.
El ISSSTEZAC y sus préstamos ilegales, sus desvíos, sus enajenaciones oscuras, la liquidación de sus empresas.
Crónica de la invasión de influyentes del parque Arroyo de la plata, el más importante pulmón de la zona metropolitana.
Rastro TIF que consumió esfuerzos transexenales y tuvo una conclusión insatisfactoria.
Plantas tratadoras de aguas residuales,
Plan de movilidad urbana cuyo último nombre es Plata- bús,
Proyecto Milpillas
¿Y qué decir de la asignación de contratos de obra pública? ¿Habría espacio suficiente para contratos de “donantes de campaña”? ¿Y los moches a proveedores? ¿Y los diezmos? ¿Y el denunciado y nunca aclarado desvío del impuesto sobre nómina a gasto corriente?
Sugiero una sección de audio-teca que contenga las más resonantes encueradas intercambiadas entre diputados y funcionaros que comparecen ante la legislatura, ni las históricas “balconeadas” entre diputados.
Agreguemos registro de viáticos y gastos de representación, venturas y desventuras de las “herramientas legislativas”, facturas falsas y empresas fantasmas.
¿El museo incluye la documentación de facturas falsas correspondientes a la 63 legislatura que Ernesto González Romo hizo del dominio público?
¿Aportará su testimonio de cuando algunos compañeros de su bancada pedían cien de a mil para ratificarlo como Secretario de la Función Pública?
El museo será incompleto sin las administraciones municipales, muchas de las cuales se reparten como botín entre los que ganaron y como nómina de activistas del futuro del jefe en turno.
Debe haber un lugar especial para los que se quedan con parte de los ingresos de aquellos que “se la deben”.
Es saludable debatir civilizadamente sobre la corrupción local.
La presión social combinada con el entorno político nacional presiona al cambio de rumbo en lo local, pero para que sea una acción con resultados es necesario partir de algunas premisas.
– La corrupción, tema de estado, no de partidos.
– La lucha contra la corrupción debe desvincularse de los odios que carcomen a la clase gobernante del último cuarto de siglo y permanecer ajena a intenciones grupales y partidistas.
– Toda lucha contra la corrupción local debe empezar por cerrarle las puertas a la corrupción actual.
– Gobierno sin apoyo ciudadano es impotente ante la corrupción.
– La política de verdad atiende los problemas buscando las causas antes de las culpas.
– La lucha implica cambios en el orden jurídico, aplicación de la ley sin concesiones indebidas y educación cívica.
Nos encontramos el lunes en Recreo