Dos modos de entender la política

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

No somos iguales que los que compran voto usando recursos públicos.

Muchos de Morena pueden decir con verdad: No somos iguales que los que compran voto usando recursos públicos.
Otilio Rivera, leyenda de la operación política del gobernador Monreal, me hizo una aportación cultural memorable cuando en tono casi paternal me dijo: “Licenciado, las elecciones no se ganan con saliva”. Era yo presidente estatal del PRD durante el proceso electoral intermedio de 2021, instituto político que se inundó de cuadros procedentes del PRI que rápidamente mostraron habilidades desconocidas para los que veníamos de una tradición electoral opositora que siempre denunció el acarreo, la compra del voto y la utilización electoral de los programas sociales. En ese mismo tenor recuerdo el desconcierto de Roy Barragán Ocampo, a la sazón director del DIF, cuando le hice la advertencia de que denunciaría cualquier apoyo otorgado a candidatos una vez que Santos González (q.e.p.d.) me relató en confianza “lo jalador” que era el funcionario.
En esos años todos los que veníamos de las luchas estudiantiles y populares que desembocamos en el PRD conformamos una minoría de “ingenuos” cuyo “puritanismo” servía para la mofa de los que se asumían como los que “si sabían de política”. La sociedad no se escandalizaba, los medios de comunicación no daban importancia al acarreo y compra de voto salvo que hubiera situaciones de enfrentamiento.
La cultura política del fraude jamás reparó en la insolvencia financiera de los municipios originada en lo destinado a campañas en vales de gasolina, puestos de trabajo innecesarios, compra con sobreprecio a proveedores, condonación de impuestos y distintos pagos por trámites o multas con móviles electorales.

Mentalidad cambiando

Todo mundo dice que esas prácticas las inventó el PRI pero pocos advierten que fueron adoptadas por todos los partidos en la proporción que accedían a manejo de fondos públicos. La contienda electoral con el pluripartidismo en auge se convirtió en duelo de trampas. Así las cosas, las actuales generaciones de políticos se desarrollaron inmersas en la cultura del fraude solamente cuestionable según la conveniencia particular e impune por la inefectividad de contralorías y auditorías complacientes.
Ni las realidades ni las mentalidades son estáticas. los antes percibidos como ilusos o como dogmáticos sin realismo lograron la atención pública al grado de gestar ríos de militancia celosa de la congruencia que somete a crítica feroz a quienes en política se siguen valiendo de las mismas prácticas, por eso, se equivocan los que suponen que las elecciones internas de Morena del pasado fin de semana son lo mismo de siempre.
El acarreo, la compra de votos, la utilización de programas sociales suscita un repudio social generalizado a diferencia de hace pocos años, cuando éstas mismas prácticas se tomaban como normales. Hay un creciente reconocimiento social a la congruencia. El modo de pensar colectivo que al honesto lo ningunea por soñador y al pillo lo ensalza por “listo”, que promueve la admiración del tramposo al que llama “colmilludo”, “astuto”, “excelente operador” aunque sea un costal de inmoralidades.
A primera vista resalta lo evidente: Servidores públicos ostentando su injerencia para que quién manda lo valore, filas de camiones acarreadores, beneficiarios de programas en filas nada espontáneas y desde luego, ausencia de instancias de control y fiscalización cuidando el dinero público.
Falta la otra cara de la moneda, la de los que contra viento y marea se reafirman como “ingenuos” que creen que los votos deben ganarse con saliva, es decir con argumentos, que debe dejar de ser verdad lo expresado por el eficaz operador de tiempos idos.

Ni el honesto es ingenuo, ni el tramposo es “listo”

El núcleo de quienes de los que pintaron su raya con la forma de hacer política que el PRI inventó, es el que se activó cuando la consulta popular para juzgar a los expresidentes, que promovió la participación ciudadana en la consulta de revocación de mandato, que hizo labor de concientización en respaldo a la reforma eléctrica y que respalda las batallas por el cambio que lidera López Obrador. En contraste, muchos de los que protagonizaron las anomalías registradas jamás salen en apoyo a López Obrador y sus acciones. Abundan los que en vez de sumarse a un movimiento se cuelgan para escalar.
En Morena hay lucha interna, además de diversidad de pensamiento respecto a puntos concretos y a la identidad diferenciada con aspirantes a la sucesión de López Obrador, existen los convencidos de un proyecto de nación, coexistiendo con los que se cobijan en el mismo con la misma disposición que se cobijarían en el proyecto opuesto si mejor posibilidad individual les ofreciera.
La perseverancia da frutos, las prácticas que antes eran tomadas como normales ya generan repudio social generalizado, lo que anuncia su próxima extinción.
Hay que diferenciar




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