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El recreo

“Dinero maldito que nada vale”

“Dinero maldito que nada vale”

José Luis Medina Lizalde.

Con tres décadas de transferencia de dinero de los contribuyentes a los institutos políticos es posible dilucidad los efectos perversos sobre los mismos y sobre la vida pública.

J. Luis Medina Lizalde
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29 de septiembre 2025

Pensemos en el papel que ha jugado el dinero en la política ahora que hay reforma electoral en puerta.

La idea de cancelar todo subsidio a los institutos políticos en tiempos no electorales cuenta con respaldo mayoritario de la ciudadanía, aunque hay intereses creados que se oponen.

Con tres décadas de transferencia de dinero de los contribuyentes a los institutos políticos es posible dilucidad los efectos perversos sobre los mismos y sobre la vida pública, razón que me lleva a sostener que la reforma electoral debe suprimir prerrogativas y solo subsidiar campañas a puestos de elección ciudadana, estableciendo como única fuente legal de dinero para la vida cotidiana partidista las cuotas de militantes y lo obtenido mediante actividades programadas para dicho fin (rifas, kermeses etc.).

Una renovada legislación electoral puede seguir manteniendo el subsidio indirecto consistente en acceso gratuito a tiempo de radio y televisión, añadiendo el derecho a usar instalaciones y espacios públicos para sus eventos (auditorios) sin costo alguno.

Los países que otorgan subsidio directo a los partidos buscan reducir los riesgos de corrupción y de dependencia de donantes particulares a cambio de “favores”, las más o menos tres décadas de experiencia mexicana al respecto acreditan que el dinero público no ha evitado la corrupción ni la adquisición de compromisos asociados a las elecciones que perpetúan la corrupción.

Considero sin fundamento en la realidad el argumento que sostiene que cancelar el dinero a los partidos es dejarlos expuestos al financiamiento procedente del crimen organizado, pues los episodios de intervención en procesos electorales que he podido conocer ha sido mediante la amenaza para forzar el retiro de candidatos no aprobados o la orden de votar por alguna alternativa cuando operan en territorio controlado, es decir, no convencen con dinero, convencen con el miedo.

La delincuencia impone la ley de “plata o plomo” al servidor público mientras lo requiere, sea electo o designado.

Consecuencias indeseadas

Una breve enumeración de las perversiones que el dinero público introdujo en la política arroja lo siguiente:

– Vuelca al interior de cada partido la energía militante, en beneficio de quien detenta el poder.

– El debate ideológico al interior es desplazado por la descarnada lucha por controlar los recursos del partido para imponerse a los demás.

– La necesidad de contar con dinero para enfrentarse entre sí, propició la obtención corrupta de financiamiento de aspiraciones particulares mediante desvío de recursos públicos y venta anticipada de “servicios” a particulares, situación que se reproduce corregida y aumentada durante la contienda formal ya con externos.

– Reduce a los partidos políticos a la condición de meras maquinarias electorales que no reivindican objetivos programáticos en su práctica, solo en la retórica.

– Ocasiona la desvinculación ideológico-partidista con sectores específicos, como lo prueba el hecho de que Manuel Clouhtier fuera el último líder empresarial relevante que tuvo el PAN y que la alianza gobernante tenga en Pedro Haces a su sindicalista más connotado.

– Empobrece la formación de cuadros políticos por la disponibilidad de dinero para contratar quien redacte y distribuya volantes y quien escriba discursos por cuenta de uno.

– El activismo partidista es portador del virus de la corrupción ciudadana cuando asistir a un acto significa recibir algo a cambio (despensas, cemento, varillas y lo que se pueda).

– El discurso legitimador del dinero como motor en sustitución de ideales inocula la ideología del “exitoso” sustentada en el desprecio al que se mueve por un código moral sustentado en ideales de “soñadores” “románticos de la política” “ingenuos” y demás calificativos con los que se predica el ahogamiento de ideales.

– El dinero de los contribuyentes gastado en los partidos ha dado lugar a generaciones partidistas sin los ideales de izquierda y de derecha, por eso les resulta tan fácil simular que piensan como no piensan y cambiar de camiseta cuando les conviene.

– Los dirigentes partidistas tienen mil caminos de así quererlo para, además de acceder a altísima remuneración, operar con facturas falsas.

Para educar en el valor de la honestidad en el ejercicio de los recursos públicos es aconsejable que la reforma establezca la responsabilidad subsidiaria del partido que postule a quien provoca daños al erario y se sustrae a la acción de la justicia como Silvano Aureoles lo hace en estos momentos.

Que las bases hablen

No tengo dudas del enorme apoyo a la idea de suprimir las prerrogativas en tiempos no electorales, pero las castas dirigentes se resisten, unos pocos lo dicen abiertamente sabedores de que tal postura no acarrea simpatías, otros resisten en la discreción.

Ojalá que las militancias de cada partido vean en esta reforma la ocasión de recuperar el lugar que hoy tienen perdido.

En todo caso, es hora de participar en el esfuerzo.

Nos encontramos el jueves en Recreo

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