Las manifestaciones de Cristo, inmediatamente después de su resurrección

INTRODUCCIÓN Hermanos (as): Estamos celebrando ya el tiempo pascual con la alegría inmensa de tener con nosotros a Jesucristo resucitado, esperanza de la gloria que él nos ha conquistado con su pasión, muerte y resurrección. Sabemos por las enseñanzas de los evangelios y la tradición viva de la Iglesia fundada por Cristo, que el centro … Leer más

INTRODUCCIÓN

Hermanos (as): Estamos celebrando ya el tiempo pascual con la alegría inmensa de tener con nosotros a Jesucristo resucitado, esperanza de la gloria que él nos ha conquistado con su pasión, muerte y resurrección. Sabemos por las enseñanzas de los evangelios y la tradición viva de la Iglesia fundada por Cristo, que el centro de amor y vida de parte de Dios Padre, es Jesucristo su Hijo hecho hombre y con la efusión de gracias y carismas del Espíritu Santo.

Jesucristo salvador es fuente inagotable de paz, vida perfecta y luz brillante para el mundo y especialmente para todos los hombres, redimidos del pecado y del dominio de Satanás, con el derramamiento de su sangre y con el valor infinito de su muerte como entrega generosa, llenándonos de gracia,  para afrontar la muerte y a través de ella, alcanzar y conquistar el don de la vida eterna como participación de la resurrección del mismo Cristo, según el plan de Dios, ideado desde la eternidad y para siempre en el futuro que aguardamos, de acuerdo a las promesas divinas.

El gozo de la Iglesia en comunión fraterna es por Cristo y por esto, la liturgia eucarística y el espacio de tiempo pascual, se realizan y se extienden durante la cincuentena pascual y el tiempo restante de la Pascua, en el calendario litúrgico de cada año con los ciclos A, B y C.

Con este Domingo, segundo del tiempo pascual, vivimos la misericordia de Dios, precisamente revelada y llevada a efecto con la Pascua de resurrección de Cristo y con las manifestaciones que realizó ante sus testigos cualificados y elegidos de antemano, para ser pregoneros alegres y generosos de la salvación, con apertura universal para todos los pueblos de la tierra en el espacio histórico de nuestra redención y liberación.

LAS APARICIONES O MANIFESTACIONES DE CRISTO, INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS

El evangelio de hoy relata dos apariciones de Cristo resucitado a sus discípulos. Nos damos cuenta que, en la primera aparición a sus discípulos reunidos en un mismo lugar, no estaba presente el apóstol Tomás, llamado el gemelo.

A este discípulo sus compañeros le dijeron llenos de alegría y certeza, que el Señor había estado con ellos, pero Tomás no les creyó y puso sus condiciones para aceptar que Cristo había resucitado de entre los muertos: tocar sus llagas, meter su mano en la herida de su costado y verlo presente en verdad. A los ocho días después, Jesús satisfizo las condiciones de Tomás quien, al verlas cumplidas, proclamó la divinidad de Jesús, postrándose para adorarlo y exclamar:

“¡Señor mío y Dios mío!”.

Para los discípulos de Jesús, estas apariciones de Jesús resucitado, los confirmaron en la fe y los empezaban a preparar para que fueran testigos y heraldos del mensaje de Cristo avalado por la brillante resurrección del Señor.

Las apariciones son contactos personales con el mismo Jesús resucitado, vivo y en persona; son experiencias de fe con base objetiva que los discípulos asumen definitivamente, transformados por la luz de esa resurrección.

Debemos ahora apuntar que, aunque algunas apariciones tienen destinatario individual, las más son comunitarias. El número de las apariciones pascuales suma unas diez y los rasgos comunes son los siguientes:

a) La iniciativa es siempre de Jesús con su libertad perfecta y absoluta. El Señor aparece y desaparece de manera inesperada, incluso con las puertas cerradas. Ninguna aparición acontece de noche y en sueños, ni es provocada por la ilusión, expectativa o alucinación subjetiva del grupo de los discípulos, como afirmó sin ningún argumento objetivo la crítica racionalista, en contradicción abierta con los hechos.

b) Jesús no es reconocido en un primer momento. Esa es la constante, cuando aparece Jesús, ante sus discípulos y los saluda con la paz, dudan, temen y se muestran reacios para creer, si no incrédulos. Eso motiva el que Cristo aporte signos e indicios de su identidad, enseñándoles las manos, los pies y el costado herido por la lanza del soldado, durante su crucifixión y muerte real y verdadera, incluso también cuando comió y bebió ante ellos y con ellos ya resucitado llenándolos de gozo y seguridad.

c) El reconocimiento de Jesús por sus discípulos tiene lugar en un segundo momento motivado por palabras; un signo u otro gesto característico de él, que les convence de la continuidad personal y corpórea entre el Jesús de antes y el de ahora después de muerto. De pronto, con la gracia divina, captan plenamente la presencia de Cristo resucitado y palpablemente vivo ante sus ojos y en relación estrecha en medio de ellos en plena comunión fraterna. Entonces, están completamente seguros: ¡Jesús vive! ¡Jesús ha resucitado verdaderamente!

d) El envío misionero. Finalmente, en la mayoría de las apariciones pascuales al grupo de los discípulos, los cuatro evangelios, acentúan en labios de Jesús, la misión de los apóstoles para la evangelización de la llegada del Reino de Dios y el testimonio convincente de esa llegada. Se trata del mandato misionero. Para esta misión de la Iglesia, que es participación activa y comprometida, que es la misma de Jesús el mesías enviado por el Padre para la salvación de todos los hombres de buena voluntad y que ama Dios desde siempre y para siempre, con la fuerza y el dinamismo del Espíritu Santo.

LA FINALIDAD DE LAS APARICIONES DEL SEÑOR RESUCITADO

Es avalar y fortalecer la fe de los apóstoles y de la primera comunidad cristiana y ahora, desde ellos con una tradición viva y sin cortes, dar firmeza, fidelidad y testimonio coherente con valentía, sin avergonzarse jamás al llevar a cabo la misión que, en estos tiempos, ahora nos toca a nosotros y para enseñar y trasmitir la misión de Cristo a las futuras generaciones que nos sucederán.

¿Dónde?: en las familias, en los centros educativos, en el mundo del trabajo y servicios; en el desarrollo de las artes y la cultura.

Sobre todo, actualmente que la humanidad en este planeta afronta y sufre el azote de la pandemia que nos aflige, pero que a la luz y con el poder de Jesucristo resucitado, habremos de afrontar y vencer, trabajado todos unidos en solidaridad y verdadero compromiso.

+  Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacateca




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