Jesús es la resurrección y la vida, de todo aquel que crea en él

INTRODUCCIÓN Estamos ya en la celebración del V Domingo de Cuaresma, con la actitud de nuestras  almas, llamadas a creer en la resurrección de Cristo, fuente, principio y fin de nuestra existencia humana aquí en la tierra, pero también y sobre todo, como vocación profunda y sostenida cada día con esperanza firme y cierta, para … Leer más

INTRODUCCIÓN

Estamos ya en la celebración del V Domingo de Cuaresma, con la actitud de nuestras  almas, llamadas a creer en la resurrección de Cristo, fuente, principio y fin de nuestra existencia humana aquí en la tierra, pero también y sobre todo, como vocación profunda y sostenida cada día con esperanza firme y cierta, para alcanzar la resurrección de los muertos en la vida eterna del cielo, nuestra meta definitiva y total de acuerdo al plan de salvación absoluta ideado por el Padre eterno, mediante Jesucristo salvador y con la plenitud de amor del Espíritu Santo.

La liturgia de la palabra de este domingo, nos ofrece abundantemente toda una revelación de Jesucristo, muerto y resucitado, quien nos llama a participar de su propia resurrección de entre los muertos, gozosa y para toda la eternidad, después de esta vida terrena sujeta irremisiblemente a la caducidad y a la muerte y como coronación de plenitud de vida en el “más allá”. Meditemos y asimilemos espiritualmente algunas verdades que la palabra de Dios nos ofrece con las lecturas bíblicas de esta eucaristía.

JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA DE TODO AQUEL QUE CREA EN ÉL

Hermanos (as): Leemos hoy un texto evangélico, presentado magistralmente por el evangelista San Juan; este texto es una revelación cumbre de la manifestación de Cristo. Él va revelándose gradualmente como Hijo de Dios, lleno de poder en el hecho contundente e irrebatible, de resucitar a Lázaro, su amigo entrañable y para entregarlo otra vez vivo y sano a sus hermanas de Betania, Marta y María. Notemos que Jesús afirma de sí mismo que es:

“La resurrección y la vida” con el hecho de la resurrección de un muerto que llevaba ya cuatro días en el sepulcro, y que de seguro ya olía mal como lo hizo notar Marta, a quien Jesús inmediatamente le respondió: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”.

De esta manera Jesús probó a los asistentes y testigos de esta admirable resurrección, su poder divino. Pero luego también manifestó Jesús su verdadera humanidad poco antes de resucitar a Lázaro. San Juan dice que Cristo profundamente se conmovió por el hecho de la muerte de su amigo y cuando las hermanas de este muerto dijeron a Cristo, que si hubiera estado antes no habría muerto su hermano.

Esto nos hace ver también la humanidad de Cristo al haberse hecho hombre en todo igual a nosotros, menos en el pecado del cual vino a liberarnos y darnos una vida plena, perfecta y trascendente, como lo llevó a efecto con la resurrección de Lázaro, primicia de los resucitados por Cristo para el tiempo y la eternidad.

Decimos en la escenificación del suceso de resucitar a Lázaro de parte de Jesús, que no puede quedar en nosotros y su significado, sin que nos preguntemos profundamente, cuál fue el móvil de Jesús al resucitar a Lázaro, pues la clave de interpretación de un hecho es su finalidad. Y esta finalidad consiste en que el Hijo de Dios hecho hombre es el salvador y redentor del género humano.

Cristo salva y redime siendo el mismo la Resurrección y la Vida como se lo comunicó expresamente a Marta, hermana de Lázaro el resucitado. Afirmamos ahora, que esta resurrección y vida es solamente para los que creen en Cristo como mesías e Hijo de Dios hecho hombre. Sin esta fe no puede haber salvación temporal y eterna.

CON CRISTO JESÚS, VENCEDOR DE LA MUERTE, LOS CREYENTES EN ÉL CONSEGUIRÁN LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA PERDURABLE

Hermanos: Cristo Jesús, vencedor de la muerte es la única repuesta válida y definitiva, al enigma torturante de la muerte de los hombres. Por la fe del bautismo y por los sacramentos de la vida cristiana alcanzan al hombre entero, cuerpo y alma, en esta vida y en la futura que esperamos. Por eso, todo cristiano auténtico ya no entiende la vida, ni la muerte como los hombres sin fe; para el creyente tienen sentido nuevo. La muerte no será sino el paso a la plenitud de una vida perdurable iniciada ya ahora.

El que cree en Cristo, vida y resurrección nuestra, se siente y vive salvado, liberado del pecado y su consecuencia, la muerte. Esta liberación no es de la muerte biológica, pues también Cristo la asumió, valientemente en la cruz, sino de la esclavitud opresora de la muerte, del miedo a la misma, del sinsentido y del absurdo de una vida entendida como pasión inútil (Sartre) que acaba en la nada.

A la luz de la resurrección del Señor el creyente entiende y hace vida propia, y desde ahora, que la muerte física inevitable a pesar de todos los adelantos de la medicina y de la apasionada y torturante aspiración del hombre a la inmortalidad, no es el final del camino sino la puerta que se nos abre a la liberación definitiva con Jesucristo resucitado.

Gracias a él, que es resurrección y vida por ser Hijo amado de Dios Padre, podemos ya concluir nuestra homilía, afirmando con fe segura y luminosa: “¡La última palabra no la tiene la muerte, sino la vida plena con Cristo y todos los Santos en el cielo para toda la eternidad!”

+  Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Obispo Emérito de Zacatecas




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