“El rico Epulón y el pobre Lázaro”

Fernando Mario Chávez
Fernando Mario Chávez

En los últimos domingos de este tiempo ordinario, hemos tratado de asimilar litúrgica y espiritualmente las enseñanzas, en forma de parábolas del evangelista San Lucas. Hoy también este evangelista nos ofrece la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Esta parábola o comparación didáctica tiene tres cuadros, a saber: situación en vida del rico … Leer más

En los últimos domingos de este tiempo ordinario, hemos tratado de asimilar litúrgica y espiritualmente las enseñanzas, en forma de parábolas del evangelista San Lucas.

Hoy también este evangelista nos ofrece la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Esta parábola o comparación didáctica tiene tres cuadros, a saber: situación en vida del rico Epulón y del pobre Lázaro, cambio de circunstancias para ambos después de su muerte y diálogo de Epulón con Abrahán.

Al empezar a abordar esta parábola, la distinta suerte final de estos dos personajes, no se debe exclusivamente a su condición social, sino a sus actitudes personales.

El rico no se condena por el mero hecho de ser rico, sino porque no teme a Dios, a quien hace a un lado, y porque se niega a compartir lo suyo con el pobre quien está sufriendo de hambre a la puerta de su casa; es un fiel exponente de un comportamiento egoísta y cerrado en la abundancia de bienes sin compartir, ni si quiera algo con quien no tiene nada y está enfermo y con hambre angustiosa de desnutrición y en verdadero peligro de muerte por inanición.

Los perros se acercaban a él para lamerle sus llagas purulentas. Por otra parte, el pobre no se salva simplemente por ser pobre y desamparado, sino porque está abierto a Dios y espera la salvación de “quien hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos, ama a los justos y sustenta al huérfano y a la viuda, trastornando el camino de los malvados” (salmo de este día que acabamos de rezar y cantar).

Con esta Introducción, pasemos ahora a la parte doctrinal de esta homilía.

Compartir en solidaridad como exigencia evangélica

Para captar y asumir correctamente la enseñanza de la parábola que ocupa ahora nuestra atención, es darse cuenta, que sus enseñanzas no atañen solamente a los ricos, pues ante la mirada de Dios para quien nada le es oculto, todos, ricos y pobres, valemos lo mismo como hijos suyos y porque en la revelación bíblica pobreza y riqueza no son meramente cuantitativas, pesa desde luego también, la actitud de apego o desprendimiento de lo que uno pueda tener en bienes y esto es precisamente lo que nos hace pobres o ricos de espíritu ante Dios y sus divinos designios, acerca de nuestra propia y ajena salvación.

Estamos llamados, por tanto, para que todos y cada uno tratemos de aplicarnos las enseñanzas de esta parábola evangélica: ¿Somos como el rico Epulón egoístas y duros cerrándonos para poder atender las necesidades espirituales y materiales de nuestros semejantes pobres, desamparados y llenos de carencias? ¿O seremos sinceramente como el pobre Lázaro quien pone su confianza en Dios y pide ayuda humildemente de quienes teniendo bienes puedan ayudarlo? Para dar respuesta a estos interrogantes tengamos en cuenta que ser pobre o rico son conceptos relativos.

El que tiene un millón de pesos es pobre si se compra con el que tiene quinientos, pero riquísimo respecto del que sólo tiene unas monedas.

Para seguir aplicándonos las enseñanzas del evangelio, pensemos que no hace falta ir lejos a tierras lejanas para encontrarnos a nuestro paso algún Lázaro que es más pobre que nosotros: familias humildes que pasan apuros cada día, enfermos solos y ancianos olvidados y abandonados, gente que no tiene trabajo, madres solteras, alcohólicos y drogadictos que necesitan una mano amiga etc.

Conclusión

Si tenemos fe adulta y bien cimentada e iluminada por gracia de Dios, podremos entender y actuar a la luz y con la energía de la palabra de Dios. El evangelio como buena nueva del Reino de Dios, es siempre respuesta y luz para los problemas humanos de cada día.

Y uno de ellos indudablemente, es la pobreza y la riqueza que tienen hombres concretos en todo el mundo con situaciones y circunstancias: de hambre y emigraciones dolorosas; en muchos lugres no hay fuentes de trabajo suficientes, explotación, subdesarrollo, marginación, incultura y carencia de derechos y por otra parte: poder, influencia, dominio, lujo, confort, abultadas cuentas bancarias, sabrosos dividendos, múltiples casas, coches último modelo, joyas deslumbrantes e incluso, viajes de placer.

La opción de la Iglesia por todos los pobres de espíritu, que todos los bautizados formamos, ha de traducirse a la práctica en nuestras vidas, para que avalemos la autenticidad cristiana de nuestras familias en primer lugar y grupos, comunidades y las eucaristías que habitualmente celebramos. ¡Pidamos a Dios nos conceda ser buenos cristianos comprometidos con pensamientos, palabras y obras para el tiempo histórico y desde luego, para el cielo que hemos de conquistar con nuestra vida brillante, justa, verdadera y buena!

Obispo Emérito de Zacatecas*




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