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Desde reducir los niveles de estrés hasta favorecer la neuroprotección frente al envejecimiento, leer se ha convertido en una herramienta accesible y científicamente respaldada para mejorar el bienestar integral.
MÉXICO.- Leer no solo es una actividad cultural o de ocio. Hoy, diversos estudios científicos indican que la lectura habitual tiene efectos profundos en la salud física, mental y cognitiva.
Desde reducir los niveles de estrés hasta favorecer la neuroprotección frente al envejecimiento, leer se ha convertido en una herramienta accesible y científicamente respaldada para mejorar el bienestar integral.
A continuación se presentan los siete beneficios mejor documentados de la lectura como hábito cotidiano, con base en investigaciones de instituciones como la Universidad de Sussex, Harvard Medical School, Mayo Clinic y la Universidad de Yale.
Un estudio de la Universidad de Sussex (2009) dirigido por el neuropsicólogo David Lewis mostró que leer durante solo seis minutos puede reducir los niveles de estrés hasta en 68 por ciento, superando actividades como escuchar música (61 por ciento) o caminar (42 por ciento). Este efecto se explica porque la lectura desacelera el ritmo cardíaco y disminuye la tensión muscular mientras el cerebro se concentra en un solo estímulo cognitivo.
La lectura actúa como una forma de “desconexión guiada”, permitiendo que la mente se aleje temporalmente de estímulos o pensamientos estresantes. Por ello, instituciones de salud mental como la Mayo Clinic recomiendan leer de manera regular como parte de rutinas para controlar la ansiedad.
Investigaciones de la Universidad de Emory (2013) encontraron que leer una novela provoca cambios medibles en la corteza somatosensorial y en la conectividad neuronal, efectos que pueden durar varios días después de terminar el libro.
Estas modificaciones favorecen la retención de información, la capacidad de concentración y la neuroplasticidad.
Además, estudios publicados en Neurology muestran que los adultos que mantienen actividades cognitivas como la lectura tienen un 32 por ciento menos de deterioro de la memoria con la edad.
Uno de los estudios más citados proviene de la Universidad de Yale (2016), donde investigadores analizaron a más de 3 mil 600 adultos mayores. El hallazgo fue contundente: quienes leían más de 30 minutos al día vivían casi dos años más, incluso después de ajustar factores como salud, educación o ingresos.
La lectura estimula regiones cerebrales asociadas con el razonamiento complejo y la empatía, lo que genera una reserva cognitiva que protege contra el deterioro, similar —aunque más accesible— a los beneficios de aprender un idioma o tocar un instrumento.
La lectura, especialmente la narrativa, incrementa la empatía y la comprensión emocional, según estudios de la New School for Social Research. Este tipo de entrenamiento cognitivo-emocional reduce los niveles de ansiedad social y mejora la regulación emocional.
En 2020, la British Psychological Society reafirmó que la “biblioterapia” —lectura guiada con fines terapéuticos— ayuda a tratar casos de ansiedad leve y depresión moderada.
La lectura como parte de una rutina nocturna reduce la activación del sistema nervioso simpático, condición clave para conciliar el sueño. La Harvard Medical School desaconseja leer en pantallas luminosas por la inhibición de melatonina, pero recomienda ampliamente la lectura en papel o dispositivos sin luz azul.
Según la Sleep Foundation, el hábito de leer antes de dormir mejora la calidad del sueño en un 20 por ciento a 30 por ciento.
Investigaciones del National Institute on Aging sugieren que la lectura regular está asociada con un menor riesgo de desarrollar demencia. Esto se debe a que la actividad lectora activa simultáneamente funciones lingüísticas, sensoriales, emocionales y de memoria.
Un estudio en Journal of Alzheimer’s Disease concluyó que actividades como leer pueden reducir el riesgo de Alzheimer hasta en un 35 por ciento en personas predispuestas.
La práctica constante de la lectura expande el vocabulario, mejora la comprensión lectora y fortalece habilidades de argumentación y pensamiento crítico.
En un estudio del National Literacy Trust, los adultos con hábitos de lectura frecuente demostraron mayor capacidad para resolver problemas y comunicarse de manera efectiva en contextos personales y laborales.
Estas habilidades, además de contribuir al bienestar emocional, incrementan la calidad de vida y la integración social, factores que influyen directamente en la salud general.
Leer no solo es un acto cultural: es una herramienta de salud mental, una forma de bienestar y un mecanismo probado para ralentizar el envejecimiento del cerebro.
Integrar este hábito en la rutina diaria requiere tiempo, pero los beneficios —respaldados por la ciencia— pueden acompañar a una persona durante toda su vida. Leer es, hoy más que nunca, una inversión en longevidad y bienestar.