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El científico estadounidense impulsó el Proyecto Genoma Humano y transformó la biología moderna.
ESTADOS UNIDOS.- El científico James Watson, reconocido mundialmente por descubrir junto a Francis Crick la estructura del ADN, murió este jueves a los 97 años en un hospicio de East Northport, Long Island, Nueva York, tras sufrir una infección, informó su hijo Duncan Watson al New York Times.
El Laboratorio Cold Spring Harbor (CSHL), institución donde trabajó gran parte de su vida, confirmó su fallecimiento y destacó sus “múltiples contribuciones a la ciencia, la educación y el servicio público”.
En 1953, con apenas 25 años, Watson y Crick lograron determinar la estructura de doble hélice del ADN, apoyándose en los estudios de Rosalind Franklin, Maurice Wilkins y científicos del King’s College de Londres.

Ese hallazgo marcó un momento decisivo en la historia de la ciencia y les valió, junto a Wilkins, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962.
Watson también dirigió el Proyecto Genoma Humano, una iniciativa internacional que buscó secuenciar todo el ADN humano y cartografiar sus genes, completada en 2003. Por su trayectoria, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, otorgada por Gerald Ford, y la Medalla Nacional de la Ciencia, concedida por Bill Clinton.
Originario de Chicago, Watson dirigió el Cold Spring Harbor Laboratory desde 1968, convirtiéndolo en un centro de investigación de referencia mundial. Impulsó la creación del DNA Learning Center, dedicado a la enseñanza práctica de genética en jóvenes, y escribió obras fundamentales como “Molecular Biology of the Gene” (1965).

Sin embargo, su reputación se vio afectada en 2018, cuando el CSHL revocó sus títulos honorarios tras las declaraciones racistas en las que afirmó que las personas negras tenían menor inteligencia que las blancas, comentarios que provocaron un amplio rechazo en la comunidad científica.
Pese a la controversia, el laboratorio recordó en su obituario que Watson “fue un apasionado promotor de la educación científica” y que su visión ayudó a consolidar la biología molecular como una de las disciplinas más influyentes del siglo XX.