¿Y la reparación de carreteras?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Como quiera, la consecuencia está ahora bajo nuestros pies: bajo el acelerador, el freno y el clutch.

Qué horrible es viajar por la desgastada carretera federal entre Tabasco, Huanusco y La Villita, dicen algunos paisanos míos. Baleros, amortiguadores, suspensiones, llantas y rines pagan el precio de un mantenimiento a carreteras suspendido o racionado o evitado hace buen tiempo.

También está horrible el tramo entre General Enrique Estrada y Colonia Hidalgo de Ojuelos, sobre todo frente a Toribio, Ramón López Velarde. El conductor de vehículo debe aguzar la vista para no atinarle a un hoyanco, y por esa hazaña termina, lamentablemente, atinando a otros dos o tres del lado contrario.

Qué indigno es viajar entre Fresnillo y Río Grande, dicen otros. Hay más baches que en otras regiones, insisten los de aquel rumbo.

Y entre Fresnillo y Sombrerete, aducen otros más. En la noche hay más riesgo. La oscuridad potencia la probabilidad de un desperfecto en neumáticos… o algo peor.

Histórico es el abandono a la carretera federal rumbo a Apulco y Nochistlán, los remotos municipios zacatecanos acodados entre los altos jaliscienses. Es un olvido imperdonable, abundan. Y qué dicen de la vía que, de Tabasco, lleva a General Joaquín Amaro, El Plateado. O la que, desde Villanueva, conduce al mismo poblado. Y el camino a Casablanca, en Guadalupe… Hay más casos, y más y más.

En 2017, el presupuesto del entonces gobierno federal para reconstrucción y conservación de carreteras fue de poco más de 15 mil millones de pesos. Así se mantuvo todavía en 2019, ya con esta administración en funciones. Sin embargo, en 2023 se destinó sólo 6 mil millones. Y en este 2024 se mantienen “reservados” los 11 mil millones contemplados para este rubro.

Algunos dirán que antes se robaba mucho, y que por eso no se debe presupuestar tanto. Como quiera, la consecuencia está ahora bajo nuestros pies: bajo el acelerador, el freno y el clutch. Nuestras pobres llantas dan el ranazo, algunos rines se enchuecan, y nos hablan todos ellos de por lo menos cinco años en que las carreteras continúan haciéndose de mazapán, y tenemos que gastar los miles para comprar nuevas llantas y costear más alineaciones y balanceos.

No se vale. Y todavía en cada enero hay que ir a pagar impuestos por habernos hecho, con pequeños ahorros, de un carrito para mover a la familia. Mientras tanto, los anuncios gubernamentales engolan la voz al asegurar que lo que pagamos se ve reflejado en mejores servicios “y mejores carreteras”.

Por favor…

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