Ver y compadecerse

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Hace poco más de seis años tuve la experiencia de compartir varias horas con el Dalai Lama, Premio Nobel de la paz, en su visita a Zacatecas. Personajes de este calibre causan curiosidad e invitan a conocer otras formas de ser para tratar de comprender el mundo complejo y convulsionado en el que vivimos. Entre … Leer más

Hace poco más de seis años tuve la experiencia de compartir varias horas con el Dalai Lama, Premio Nobel de la paz, en su visita a Zacatecas. Personajes de este calibre causan curiosidad e invitan a conocer otras formas de ser para tratar de comprender el mundo complejo y convulsionado en el que vivimos.

Entre otros temas me cautivó uno en especial: la compasión. Maestro, ¿qué es la compasión?, le pregunté con especial atención en uno de los pocos momentos en que estuvimos solos. Para la gente de occidente –contestó- es muy importante definir algo; para nosotros, gente de cultura oriental, tiene más sentido contemplar con los ojos del espíritu el interior de las personas y las entrañas de los acontecimientos. Compasión, compasión, compasión (es) compasión, repitió, esbozando una sonrisa serena mirándome con sus vivos ojos orientales.

He recordado este pasaje de la vida al ‘contemplar’ a Jesús en el que invita a sus discípulos al reposo y al silencio. Efectivamente, es en el silencio y en la soledad donde se aprenden caminos de encuentro con Dios y con el prójimo que no proporcionan las nuevas tecnologías, ni los libros, ni la metafísica. Hay susurros, caricias y las brisas de Dios que sólo se perciben cuando uno se retira y ‘aguanta’ el silencio y la soledad. Hay lecciones que Dios sólo imparte en la paz y la tranquilidad.

Silencio, reposo, soledad, interioridad, compasión van de la mano y apuntan directamente al corazón de la vida. Es lo que Jesús hace hoy: “Vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Jesús habla de frutos, no de resultados inmediatos y a la carta. Los frutos quedan dentro de la persona y abonan el corazón para que mire con compasión. Los resultados quedan fuera de la persona y no necesariamente se traducen en mirada compasiva.

Cuando Jesús activa la compasión todo cambia porque la conversión del corazón es posible. Si la gente que lo seguía buscaba resultados visibles en sus hambres de salud y seguridad, con la compasión va a disfrutar frutos de paz, esperanza y alegría. Ya no andarán como ovejas sin pastor, ni el pastor andará sin ovejas. Hermosa lección: vio, se compadeció y les enseñó muchas cosas para la vida con proyección de eternidad.

No busquemos definir la compasión en el siglo XXI. Compasión, compasión, compasión… Simplemente miremos como Jesús nos mira; compadezcámonos como Jesús se compadece de nosotros; activemos la compasión como Jesús que hace dar frutos en abundancia en cualquier circunstancia de la vida. Puede ser el rostro del amor sereno,  alegre, pacífico, generoso, entrañable… que requiere nuestro mundo tan ruidoso, materializado, desencantado, con visión muy corta de la vida. La compasión es el rostro radiante del amor

Los bendigo con el deseo de vivir estas vacaciones con un corazón compasivo, contemplativo, abierto, disponible, generoso, incluyente, alegre.




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