Valor de una mirada

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

El Evangelio que escuchamos después de la Epifanía del Señor es un concierto de miradas que se hacen encuentro que cambia radicalmente la vida de las personas.

“Vieron dónde vivía y se quedaron con él”

Juan 1, 35-43

Recuerdo la visita del Papa Francisco a México, hace diez años. Uno de los discursos más comentados fue dirigido a los obispos de México. El contenido y el momento provocaron muchas y variadas interpretaciones de acuerdo a intereses y agendas de los diferentes medios. La reflexión del Papa se centró en la ‘mirada’ de Santa María de Guadalupe y sus repercusiones pastorales en la vida y ministerio de los pastores. Nos pidió elaborar y ejecutar un proyecto global de pastoral que tuviera como inspiración la mirada materna de Santa María de Guadalupe.

Me llama la atención el tema de la ‘mirada’ y lo que los ojos son capaces de expresar para transformar y proyectar. El Evangelio que escuchamos después de la Epifanía del Señor es un concierto de miradas que se hacen encuentro que cambia radicalmente la vida de las personas. Describe el drama del que es llamado a cumplir a profundidad una misión en la vida. Se refiere a los primeros discípulos que serán transformados en apóstoles y pastores.  “Fijando en él la mirada le dijo…” Es tan real y significativo que acontece en personas con nombres y horas concretas.

También se refiere a nosotros, discípulos y pastores del año 2024. La vocación siempre es don y misterio, solía decir san Juan Pablo II. En el entorno y el contexto de aquel tiempo se conjugan el mirar con el escuchar, el buscar con el encontrar, el preguntar con el responder. Aquella gente vive el drama de la búsqueda (“¿Qué buscan?”), de la inquietud (“¿Dónde vives?”), de la decisión y el compromiso (“Vengan y lo verán”). Así se forja el discípulo. Este encuentro da su fruto: el testimonio fecundo del seguimiento.

Para nosotros, discípulos y pastores de este tiempo, es un fuerte llamado a buscar y vivir el encuentro existencial con Jesús. No basta ser bautizado, ni sentir bonito, ni buscar una fe a la medida. La única boleta válida y creíble para el mundo actual es la presencia humilde y comprometida del discípulo que irradia la alegría del Evangelio y se involucra hasta el fondo en la construcción del Reino de Dios. Esto aplica a todos, laicos y pastores.

Muchos habitantes de nuestro tiempo no encuentran atractiva a la Iglesia porque no ven en ella el rostro y los intereses de Jesucristo. La historia de los primeros discípulos que escuchamos hoy es diferente: “Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día…” No se especifica lo que vieron. Pero ‘vieron algo’ tan atractivo que dijeron ‘esto es lo que andábamos buscando’…

La mirada de Jesús a los primeros discípulos es una mirada que los transformó… Hay miradas que no se olvidan, que se clavan para siempre, que remueven el alma. Jesús mira a Simón tan profundamente que le cambia el nombre y la misión. ¿Sucede lo mismo con los fieles cristianos y los apóstoles de nuestro siglo?  Nuestro tiempo necesita de cristianos y pastores que ‘miren’ a fondo y se involucren, deveras, en la misión de Jesús en la Iglesia.




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