Tres décadas y media sin Chava Flores

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

El pasado 5 de agosto conmemoramos un año más sin Chava Flores, fallecido en 1987. Tres años antes de la muerte de este Salvador Flores Rivera (de don Salvador, porque Chava Flores es inmortal), en el cuarto del fondo de una casa ajena, como la casa de la Lupe, aunque más arregladona, comenzó mi historia … Leer más

El pasado 5 de agosto conmemoramos un año más sin Chava Flores, fallecido en 1987. Tres años antes de la muerte de este Salvador Flores Rivera (de don Salvador, porque Chava Flores es inmortal), en el cuarto del fondo de una casa ajena, como la casa de la Lupe, aunque más arregladona, comenzó mi historia con él. Fue en una casa ajena, no en la colonia Pensil, ni en la esquina de mi barrio de La Merced, sino dentro de esa provincia donde ameniza las funciones la banda municipal.

Comenzó la historia en el rincón de ese cuarto de casa ajena, en el compartimento inferior de un brillante gabinete tocadiscos. El mueble aparato más alto que yo pertenecía a la dueña de esa casa, mi abuela paterna, Ma. Soledad Villarreal Carreón, una enrebozada que bien podía tener la misma cara de Julia (y su mismo congo amarillo y su misma religiosidad).

Cada mediodía dominical, mientras ella y mi madre guisaban en la cocina la carne de puerco con nopales y su jugo grasa alquimia, yo me dedicaba a hurgar entre las pertenencias de doña Chole. Durante uno de esos lances saltó Chava: Chava changuito con sombrero de palma, guitarra y rienda sobre un borrico, todos ellos en la portada de un disco long play que decía en horizontal “Canciones cómicas” y al lado, en verticales mayúsculas rojas, verdes y blancas, “MEXICANAS”. Saqué el disco y lo puse sobre el reproductor, aterricé la aguja en un borde notable central de la superficie obsidiana y la trompeta me sorprendió con lo que después supe que era el andante “Miarramiau” del gato viudo.

Desde entonces he estudiado la obra de Chava. Investigué, escribí y defendí una tesis en torno a su obra. He continuado avanzando en el contexto del compositor, he continuado releyendo su autobiografía y su poemario, he cultivado la amistad con herederos de Chava y otros especialistas de la obra chavafloresca.

Todo ha sido con el mismo entusiasmo que hace 38 años me nació cuando en casa ajena, como la casa de la Lupe, aunque más arregladona, encontré al changuito con cara de sonriente Chava Flores, con sombrero de palma, guitarra y rienda sobre un borrico.

¡Click, click, click!




Más noticias


Contenido Patrocinado