Tradición zacatecana: el lavatorio de Nuestro Padre Jesús

Manuel González Ramírez.
Manuel González Ramírez.

El 28 de febrero de 2013 fue un jueves muy singular. Ocurrieron varios acontecimientos únicos e irrepetibles, entre ellos, algunos de carácter religioso. El de mayor impacto internacional fue la dimisión del papa Benedicto XVI. Tuvo gran eco en Zacatecas, ya que en esta Ciudad Episcopal se realizaron algunos actos litúrgicos a manera de gratitud … Leer más

El 28 de febrero de 2013 fue un jueves muy singular. Ocurrieron varios acontecimientos únicos e irrepetibles, entre ellos, algunos de carácter religioso. El de mayor impacto internacional fue la dimisión del papa Benedicto XVI. Tuvo gran eco en Zacatecas, ya que en esta Ciudad Episcopal se realizaron algunos actos litúrgicos a manera de gratitud y despedida de quien dejaba vacante la Cátedra de San Pedro, en Roma. Estos eventos coincidieron con la realización de una tradición que cobra vida cada año en el templo de Jesús, ubicado al norte de la ciudad de Zacatecas: el “Lavatorio de Nuestro Padre Jesús” y se lleva a cabo el jueves que antecede al primer viernes de marzo.

A las 9:00 horas de la mañana de ese jueves histórico, nosotros arribamos al templo de Jesús para presenciar y tomar nota del “Lavatorio de Nuestro Padre Jesús”. Ahí nos recibió el párroco José Manuel Félix Chacón, quien nos invitó a ingresar al templo. Nos acercamos al altar principal donde aún permanecía la antiquísima y venerada escultura de Nuestro Padre Jesús en su trono. Es una efigie tallada en madera, de tamaño natural, que representa al Redentor del Género Humano, flagelado y coronado de espinas, sentado sobre una silla, y que se ubica dentro de un ciprés de cantera, en la parte más prominente del recinto. Lo contemplamos por unos instantes y enseguida nos desplazamos hacia la parte posterior del altar donde existe una especie de sacristía. En ese lugar ya se encontraba una docena de integrantes de la hermandad que se encarga del “lavatorio” y de la muda de las vestimentas del patrono titular del templo parroquial. En ese momento, eran encabezados por Rito Delgado Tijerín (qepd), quien participó en esta tradición a lo largo de cinco décadas, prácticamente desde su infancia.

Como cada año, el ritual comenzó con una bendición que impartió el párroco en turno a los presentes. Después de un rezo los asperjó con agua bendita para luego retirarse del lugar. Por su parte, los integrantes de la hermandad procedieron al descendimiento de la venerada imagen, lo que hicieron con sumo cuidado y respeto. Lo bajaron con todo y silla para colocarlo en la parte central de la sacristía, sobre una alfombra roja, flanqueada por dos ciriales encendidos. En ese preciso instante, los voluntarios, entre los que contaban niños, jóvenes y adultos –todos varones–, comenzaron a cantar alabanzas a Nuestro Padre Jesús. Acto seguido, varios de ellos se postraron ante el Nazareno para besar sus ensangrentados pies, como pidiéndole permiso para limpiar su cuerpo y cambiar sus vestiduras.

Luego, Rito, el decano y director del grupo, se acercó al santo patrono titular para la muda de sus vestimentas, auxiliado por varios de los voluntarios. Al mismo tiempo, algunos de ellos, vaciaron el contenido de varias botellas de la clásica Agua de Colonia Flor de Naranja en recipientes de agua. Después introdujeron una gran cantidad de algodón, el que luego exprimieron y depositaron en aguamaniles de peltre. Este algodón fue utilizado para limpiar toda la escultura y la silla en la que descansa. Como es costumbre, se les reparte en pequeñas porciones a todos los fieles que acuden durante el día a venerar la imagen. El agua de Colonia en la que fue humedecido el algodón se mezcló con agua bendita para luego ser distribuida en media docena de tinacos de agua, dispuestos en el atrio del templo, a donde la feligresía asiste para llevar agua bendita y perfumada a su hogares, en la víspera y el día de la fiesta principal.

A la hora del cambio de vestiduras de Nuestro Padre Jesús, le fue retirada por completo la túnica exterior. Y para no exponer su cuerpo desnudo a la vista de los presentes, que son sólo varones, le colocaron encima una túnica blanca y limpia. Enseguida, por debajo le despojaron de la túnica interior, la camisa y un calzón largo de dos piezas que portó la imagen durante un año (a diferencia de la túnica exterior, que varía según el tiempo litúrgico). Sin dejar de cubrirlo en todo momento con la túnica limpia. Rito lo proveyó de sus prendas interiores que constan de calzón, camisa y túnica. Después, lo recubrieron con su túnica exterior de color morado con motivos eucarísticos bordados en hilo dorado. Al final, le cambiaron su cabellera, que se sostiene con una corona de espinas de plata.

Luego del ritual del “lavatorio” y muda de ropajes, Nuestro Padre Jesús es transportado sobre su silla hasta el frente del colateral norte (dedicado a la Inmaculada Concepción). Lo instalan para la veneración pública sobre un tapete rojo, flanqueado por dos candelabros con cirios encendidos. Para ese momento ya se había congregado un buen número de fieles en la nave del templo, los que luego comenzarían a desfilar frente a la venerada imagen. Unos besaban sus pies, otros sus manos o su túnica, mientras que otros deslizaban una moneda sobre su mano, la que guardan y portan en sus carteras para invocar la abundancia de bienes materiales.

Al llegar la noche, la sagrada efigie fue colocada en su trono del altar mayor para desde ahí presidir su fiesta patronal, que tiene lugar el primer viernes de marzo. En este día acuden los creyentes a rezar los 33 credos, en honor a los 33 años de vida terrena de Jesucristo; a pedir las “tres mercedes”, a llevarse agua bendita y, muchos de ellos, a disfrutar de las también tradicionales enchiladas que se expenden en la calle y plazuela anexas a este emblemático templo.

La fiesta de Nuestro Padre Jesús suele coincidir con los días introductorios de la Cuaresma, tiempo litúrgico que antecede a la Semana Santa o Semana Mayor, cuando nuevamente la imagen doliente de Jesús desciende de su trono para ser expuesta a la veneración de los fieles. El Viernes Santo, por la mañana, el Nazareno protagoniza el Viacrucis en torno a su Santuario, llevando una aparatosa cruz en el hombro izquierdo y, por la noche, recorre las principales calles de Zacatecas, en el paso del Santo Encuentro de la Procesión del Silencio.

*Cronista de Zacatecas.

Foto: Cortesía.



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